domingo, 12 de febrero de 2012

El crisantemo


No sólo fue la soledad de un crisantemo lo que percibí.

Fue también el frío de esa lápida blanca.

Imaginé un cuerpo inerte dentro,

embalsamado

y amortajado.

Sin sonrisa en el rostro.

Y quise imaginarme la vida que hubo cuando el aire jugaba a entrar y salir.


Al mismo tiempo que imaginaba,

tomé el crisantemo en las manos

y le ayudé a tener olor.

Fue inútil.

Terminó de morir entre mis dedos.

Quise también amortajarlo.

Sus pétalos le sirvieron de colchón, mientras su verde oscuro imitó a la muerte.

No recé.

Tan sólo quise saber si la lápida blanca seguía helada.



5 comentarios:

  1. ...no dejes que se muera en tus manos...

    ResponderEliminar
  2. -No digas nada, niño mío
    No me hables de flores de oriente

    ResponderEliminar
  3. Siempre que voy a un cementerio, pienso en como serian cuando estaban vivos
    saludos

    ResponderEliminar
  4. Envidio al crisantemo que supo de tus más profundos sentimientos.

    Después de tus manos...la lápida se quedó templada.

    ResponderEliminar