jueves, 10 de noviembre de 2011

Bajo la sombra de un ancla


Volvió de regreso al puerto, caminó hasta el ancla y permaneció bajo su tímida sombra por si acaso tomaba él la decisión de retornar.

Sacó de la mochila gris el libro que le regaló y leyó el final una y otra vez, hasta aprender de memoria la longitud exacta de su querer.

Apenas levantaba la vista de las páginas. Sólo lo hacía si intuía el movimiento de un coche o volaban las gaviotas sobre los mástiles de los barcos amarrados a su noray. Tal vez lloraban o tal vez reían, pero sus gritos le hacían mirar siempre hacia el cielo.



La primera noche sintió frío. La segunda, apenas. Las siguientes, no lo pensó…



2 comentarios:

  1. Aquí sigo,
    a tu sombra, leyéndote
    entre calma y tormenta,
    sentado en mi noray,
    anclado a este puerto.


    Un fuerte abrazo.

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