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| "Western Motel” (1957), Edward Hopper |
Sentada en el borde de una cama sin deshacer, miraba
ausente el paisaje marítimo a través del gran ventanal. Hacía horas que había
amanecido, el día era soleado y la luz entraba perpendicular cayendo de lleno
sobre el pequeño sofá, donde una toalla granate mal colocada colgaba del
respaldo. El silencio era intenso, tanto que le dolía. Las maletas seguían al
pie de la cama sin ser abiertas. Quizás hacer ese viaje no había sido la mejor decisión
en esos momentos aunque el cuerpo y la cabeza le pidieran aventura.
El teléfono sonó. Su cuerpo comenzó a temblar.
- Hola, qué tal
llegaste?
- Bien.
- Siento no haber
podido ir a recibirte. Tuve un pequeño problema de última hora.
- Lo comprendo.
- Por cierto,
espero que te hayas traído ropa de abrigo pues anuncian una ola polar.
- Ajá.
- He de dejarte
ahora, espero poder verte pronto.
Nunca se vieron. Sí fue cierto que nunca hizo tanto frío
en esa ciudad, y ella tuvo necesidad de comprar vestuario para la semana que
allí pasó. Al segundo día decidió salir del hotel y no esperarle. Se dedicaría
a hacer turismo.
Años después recibió una carta de él, interesándose por
sus cosas pero sin pedir disculpas por aquella ausencia tras haber realizado
ella un viaje de nueve mil kilómetros para verle. Ya para entonces, ella había
rehecho su vida. Rasgó la carta y jamás volvió a pensar en él.

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