La muerte del día
>> jueves, 28 de mayo de 2009
El agua calaba amarilla
contaban ellas que por la muerte del sol,
decían ellos, por la niebla de sus ojos.
Vislumbraban oscuras siluetas
de rocas mojadas éstas por agitadas olas,
de pequeñas barcas en movimiento
mecidas por la constante musicalidad del mar,
de finísimas cañas
en manos de irreconocibles pescadores.
Estaba moribundo el día.
Y siempre que moría,
contaban ellas que suspiran ellos,
decían ellos que lloraban ellas.
¡Como se bañaba de dorados el horizonte!
Sus ojos quedaban mojados
quizás por el escupir del mar,
quizás por la tristeza ora alegría
de la muerte del día.
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Allí estabas de frente esa tarde
>> domingo, 24 de mayo de 2009
Leí que el futuro nos daba la espalda
cuando aún me nutría de sombras.
¡Canalla!
Amanecía cada día.
aunque no por ello se perdía la noche.
Quedaba ésta en algunos de los rincones de los sueños,
para volver a divagar cuando muriera la luz del sol.
Y allí estabas de frente esa tarde,
confirmando que fue el pasado quien nos traicionó
y sabiendo que tendríamos al fin un futuro.
Mis manos manchadas de tierra,
tus ojos mojados,
nuestro colchón transformado en barro.
No con llantos ni ternura vencimos.
Un beso precipitado,
presentido y deseado.
Y allí estabas de frente esa tarde
sabiendo de la lejanía de tus abrazos
a pesar de la distancia corta de tu mirada,
pero aprendiendo a saber que era por siempre
aunque tuviera que vivir todas las vidas
sin alterar las morriñas de tu nostalgia.
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Y tan sólo tienes 25 años
>> miércoles, 20 de mayo de 2009
Los ojos negros, que no eran tuyos,
la mirada convertida en desasosiego,
los dedos intentando alcanzar mi boca,
esta boca madura para tu juventud intacta.
Y me quieres o crees querer
a quien te idolatra,
y anidas en los momentos de gloria.
Y tan sólo tienes 25 años
y amor para desgastar
y cuerpo para derretir mis ansias.
Y tan sólo tienes 25 años
y ya clavaste una espina puntiaguda
que dejó marca de por vida.
Y cierro los ojos
y enciendo nuevamente las velas,
para que me recuerden al cuerpo seductor
que provoca mi desnudez en la penumbra
en el juego de tus siluetas.
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¡Ay vida, si eres así vivida!
>> sábado, 16 de mayo de 2009
Foto: David de la Merced
Me quedan delirios en noches caducas,
camas que otrora fueron refugios de pasión
convertidas hoy
en infiernos del efímero amor nato y muerto aún tiempo.
Los gritos oídos,
se mezclaron entre inventados gemidos
y dolorosas estocadas de floretes
clavados en el cuerpo helado.
Me quedan sueños inventados
que no vividos,
placeres inmersos y confundidos
en las melodías que antaño cantaban juglares.
¡Ay vida, si eres así vivida!
¡Qué orgullo nacer entre colores caobas
si así retengo el aire!
Me quedan momentos,
grasos algunos de puro aceite,
extintos,
o dulces de almíbar otros
si deseas vivirlos a mi lado.
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Cuando de un momento hablamos
>> domingo, 10 de mayo de 2009
Describo un momento breve,
como efímeros son todos,
como es apenas la vida hoy nata,
derezar el instante,
la respiración,
conjugar la mirada con el sentir.
Y no pienso en nada eterno,
no existen los sueños largos.
Aprendí a cerrar los ojos para no llorar
cuando de despedidas se trataba.
Sé que otro ocupará mi lugar,
pero la brevedad del adiós
crecía en las buenas palabras.
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Quise ayudarte a morir
>> miércoles, 6 de mayo de 2009
Agárrame fuerte la mano y déjame que te ayude a morir – dijo con los ojos anegados de agua, viendo como unos espasmos acompañados de sudor le anunciaban su inminente muerte.
¿Por qué se lo arrebataba? ¿Quién se apoderaría ahora de su vida y le arrojaba a él lejos, como si de despojos se tratara?
Uno que muere, es enterrado y empieza a formar parte del recuerdo.
A la vida le sigue la vida, y después, a la vida se le une la muerte.
Sólo te pedí
que me dieses más instantes de felicidad,
regalarme sacos enteros de ramos de laurel y canela,
mientras soñaba momentos de miradas perdidas junto al mar,
o tu campo,
siempre juntos.
Quise trepar hasta lo más alto de tus anhelos,
para verlos, tocarlos y estar contigo.
Caía siempre en mis intentos
mientras morías,
al tiempo que reverdecían mis esperanzas.
Alivio de ese sin vivir
saboreando el momento de una luna parcialmente descubierta
detrás de mí,
mientras tú acaso ya morías.
Agárrame fuerte la mano y mírame. No pasa nada. Dejará de dolerte – fueron sus últimas palabras de despedida. A continuación, cerró los ojos para siempre.
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Descríbeme un sueño
>> sábado, 2 de mayo de 2009
¡Descríbeme un sueño!
Hubo un tiempo, en que aquella luz, el sonido del viento y el ruido del agua eran suyos. El mar no tenía colores, y al azul sólo pertenecía al cielo.
Audrey Hepburn era la sirena de ese mar incoloro de aguas mansas y frías. Su voz era la canción de los marineros.
¡Descríbeme tu sueño!
Hubo un tiempo, en que yo era luz, mi voz era el ulular del viento y me confundían con el agua. El mar era azul, casi de un azul tan intenso como el cielo. El sol vendía los amarillos al campo.
Audrey Hepburn fue princesa en un film en blanco y negro. Su voz era dulce, tanto como la de las princesas auténticas.
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