Sin apenas palabras para decirte
y contemplando las huellas que dejan tus zapatos al
marcharte,
pienso en aquellas navidades cuando el mundo aún no
estaba roto,
tú y yo estábamos juntos,
y los colores no se deshelaban con la salida del sol.
Los cánticos era más afables -eran auténticos cánticos-,
y si acaso el tiempo lo permitía,
la nieve nos calentaba esas manos tan frías
para quitar tu fea costumbre de ponerlas heladoras en mi
rostro...
Era Navidad -era auténtica Navidad-,
y las ausencias no existían
pues las ocultaba mamá entre turrones de almendra,
y las luces que parpadeaban
se confundían con lágrimas de cristal
que ella a escondidas derramaba.
Ya nada de eso existe.
Tú te empeñas en marcharte cada Navidad para dejarme
solo,
y las huellas de tu partida
no se marcan en la nieve blanca
si no en el barro que dejan las lágrimas lloradas.
El turrón es demasiado blando para tu gusto
y las únicas luces que conocemos
son los faros de mi coche cuando salgo a buscarte,
porque yo sigo creyendo en ti,
en lo nuestro,
en los deseos,
en la auténtica Navidad.
Tras la saeta
>> domingo, 21 de diciembre de 2014
Sólo la veía por la noche,
cuando las farolas se iluminaban de dos en dos por la
calle
y en el cielo flotaban los luceros.
Era la semana de duelo
y ella el duelo lo lloraba con sentimiento,
como viuda joven o madre desgarrada.
Sólo la veía por la noche,
cuando todos esperábamos bajo el balcón y ella,
recién llorada,
nos cantaba una saeta.
Era la semana del luto,
de los pasos y de las flores inodoras,
de los inciensos avejentados
y de altares sobrios.
Sólo la veía por la noche,
en la distancia,
mientras su garganta sacaba las notas más desgarradoras
y éstas flotaban sobre nuestras cabezas.
Era la Semana Santa y,
sólo la veía por la noche,
hermosa bajo su luto.
Próximo el domingo de Resurrección,
ensayaba la corrida de las cinco,
sabiendo que el pañuelo más blanco de la plaza
haría ondear su perfume íntegro
hacia mi rostro
y su mirada
al toro muerto.
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Y si no estás, es que duermes...
>> lunes, 8 de diciembre de 2014
Me descansan los ojos aunque aún no los sueños
cuando cierro el calendario del lustro ya caduco.
Mis poemas se repiten indecisos e incesantes
y sin letras para extrañarte
y recordarte,
pues ya tú sabes
que no te has ido de mí
y que aún te vivo
y que aún esperaré a verte cuando llegue a casa.
Y si no estás,
es que duermes...
Cinco años no son nada
o pueden ser todo si mis máximos recuerdos son tu
partida,
poco a poco sin despedirte
porque la agonía no te deja.
Y eso se quedó conmigo,
indefenso y mordiéndome la lengua
porque aún no te tocaba
y yo aún tuve algo que decirte.
La cobardía nos pudo a ambos
pero los finales no cierran los capítulos
sino que estos quedan alargados en el tiempo.
Cinco años ya,
y mañana pasaré de nuevo la hoja del calendario
y esperaré al sexto,
quizás para decirte,
que aún te extraño.
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Fragmentos de mi vida
Un semáforo de intenciones
>> sábado, 22 de noviembre de 2014
No soy ni más ni menos que nadie,
ni invento lo que da de sí una tarde,
ni me estremezco al escuchar maullar a un gato
que pasa por allí pero que a mí no me importa.
Estoy solo
y yo solo espero,
mientras a través de cristales
alguien que no conozco habla por teléfono
y un malabarista lanza bolos dirección al cielo.
Yo miro sin saber dónde dirigir esos pensamientos
-el semáforo continúa rojo-
que debería de guardar en la bolsa azul de mis
creaciones.
Él sigue hablando y por un momento,
sólo su conversación me interrumpe
al tratar de condimentar palabras.
Después,
todo queda en silencio y decido ser yo el protagonista de
mi historia
sin ningún acompañante que desluzca mi propia presencia.
Tras largos párrafos descubro
que el aburrimiento de mi protagonismo
no me da para soñar,
ni incluso siendo compañero del malabarista.
Él colgó el teléfono y se marchó,
uno de los bolos no cayó del cielo
y allí quedo yo
solo
con un lápiz casi gastado, un fusil cargado de
intenciones
y el semáforo averiado.
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Por estúpido de mí
>> sábado, 11 de octubre de 2014
No me sirven tres
si ya me diste antes dos y me los quitaste,
no me tientes si después marchas a escondidas
cuando te protege la noche,
no me robes más lágrimas bebiéndolas sin reproches
y sabiendo que te pediré cuentas si regresas.
Cuando llegue la noche y mis ojos estén obligados a
cerrarse,
sal sin temer al frío
y ódiame cuando llegues a destino
pues no querré conocer tu paradero
ni rezaré por tu vuelta.
¡Esta vez no!
Tabicaré mi puerta con amantes
para que no entres
y así poder llorar tal plañidera.
Y si llega el día de antojo
amaré a putas que deseen sólo mi cariño
y las noches no serán más cárceles
y mi cárcel no sea mi muerte,
pues amarte ya sabes que lo hice
pero el amor muere con la indiferencia
y las niñas de mis ojos pudieran dejar de llorar
y el amor naufraga
y ya no siento.
Por ti,
por estúpido de mí.
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Como ocurre cada otoño
>> jueves, 2 de octubre de 2014
Fotografía: Kopcynski-Adam
©Hisae 2014
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Son esas horas muertas las que me condenan
a tejer sentido a mis pensamientos,
por cada una de las horas que cuelga del gran reloj de la
cocina
y que me recuerda constantemente que la vida se vive para
algo
y que cada tac de la manecilla
se va para siempre.
El caso es que ya nada es como antes,
ni el olor que no huele,
ni el color que se apaga,
ni siquiera la gente que pasa,
ni siquiera el ruido.
Ya pasó esa gran juerga, la camiseta de tirantes.
En su lugar las carpetas y las bolsas son complementos de
los que pasean,
los que pasan a mi lado y me rozan con el codo
camino obligado entre mi vida y la de ellos.
Sentado en el mismo lugar de siempre
la luz tiende a apagarse y dejarme aún más pensativo si
cabe,
mientras miro caras que no reconozco
y me pregunto si acaso ellos sienten lo mismo que yo.
Nunca me lo dirán con palabras
pero veré sus ojos que,
aunque continúen del mismo color,
tendrán otro brillo y otro mirar.
Siento que las cosas pasan de dos en dos pero a mayor
lentitud.
La noche me puede y me guiña la luna
mientras yo me invento lo que queda antes de que se gaste
el reloj.
Los zapatos los dejo en la puerta y descalzo
tiento a mi suerte al frío.
Al llegar,
arrancaré la hoja del calendario para adelantar el
verano.
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El diablo y yo
>> miércoles, 24 de septiembre de 2014
Una vez conocí al diablo.
Estaba éste leyendo, protegido por la sombra que generosamente regalaba un
manzano, un manzano sin manzanas y solitario a varios metros de distancia del único
río de la comarca.
El diablo
era guapo. Al menos es lo que yo pensé al verle, seguramente por saberlo
distinto y diablo.
Me acerqué y
saludé, como siempre me enseñaron mis padres que debía de hacer. El diablo ni
contestó ni me miró. Seguía absorto en su libro, un libro de tapa blanda con un
hombre desnudo atravesado por un arbusto dibujado en la portada.
-¿Qué lees, amigo? -pregunté con mi
refinada educación de colegio de curas.
- No soy tu amigo -contestó sin mirarme. Yo soy un diablo, y los diablos no tenemos
amigos.
Ya me había
dado cuenta que era un diablo pero puse cara de asombro. La colita en punta que
salía de su trasero me lo había confirmado desde el instante en que le vi.
- No sabía que los diablos leíais -comenté
para intentar llevar una conversación.
- Estoy leyendo "El diablo a todas
horas", de Donald Ray -me dijo. Y
que penséis que los diablos somos malos no implica que seamos analfabetos.
Sin recibir
invitación suya, me senté a su lado. Miré hacia arriba y el manzano parecía que
asustado me indicaba que huyera. Por su parte, la araña que colgaba de su tela
parecía sonreír.
-Nunca hablé antes con un diablo -dije
pasados unos minutos.
-Normal -murmuró él sin levantar la
mirada de las letras que llenaban las páginas del libro. Los mortales sólo habláis con los ángeles.
-Yo tampoco hablé nunca con un ángel
-dije.
-Tú eres tonto -cerró el libro.
Ya está,
pensé. Ahora llega el momento de tentarme.
-¿Sabes? -me dijo. Yo no soy malo. Sólo soy travieso. La vida es pura travesura. El pecado
no existe, sólo es invención de los aburridos. Pero un puñado de seguidores de
los aburridos son los que después cumplieron esas tontas normas.
Le tomé de
la mano. Ya no me volví a soltar del maestro en toda la eternidad.
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Relatos
Cartas de amor
>> martes, 16 de septiembre de 2014
Cuéntame,
por qué lo que escribes
recuerda a viejas cartas de amor
que en tu juventud me enviabas.
Dime,
por qué tus letras son del color de la emoción
y las lágrimas que caen solitarias de mis ojos
no empapan las frases
que más marcan el corazón.
Cuéntame,
quién te enseñó a robar almas y venderlas al diablo,
quién te presentó a ese diablo
y con qué mentira te tentó para ganarte.
Cuéntame,
por qué desde entonces
abro el buzón cada diez minutos
y sólo el banco me quiere,
y la única carta que envías
mancha mis manos de negro,
como la sangre sucia.
Cuéntame
cuándo te irás,
si tendré tu misiva de despedida
y si entonces,
-ya viejo-
gastaré el último cartucho de amor
vendiendo barato mi cuerpo.
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Merece la pena vivirla
>> miércoles, 10 de septiembre de 2014
Desde el primer bostezo
me muestro desnudo y sin vergüenza,
para inventar mi propio mundo y dejarte a ti -si deseas-
en él una pequeña parcela.
Es para coexistir,
para que inhales mi aire -que es más puro-
para que huelas el mismo olor con que la mañana me obsequia,
y para que mi cielo -un cielo chiquito- sea también tuyo
y podamos compartir incluso los ángeles -si los hubiera-.
No protesto si reprimes la hora,
si demoras el momento y tardas en llegar;
mi espera la sacio siempre
con poesía que otros poetas escribieron para que yo
leyera,
y cuando tú regreses
te rimaré cuantos versos nos deje el día.
Al caer la noche -cerradas ya las ventanas-
si te volvieras a
marchar,
encenderé la vela de mi paciencia,
y si acaso cabeceo,
el reloj velará tu regreso junto a la luna
que también pinté para aclarar las sombras.
Y es que merece la pena vivir
si es para compartir algo contigo y con quien más tú
traigas.
Arrojar al aire señales de color
para indicar dónde y cuándo es la fiesta de mi vida,
y la música que suene serán tus palmas con las mías,
junto con los susurros de los vecinos murmurando
el porqué de nuestro propio mundo,
mientras el de ellos -envidiosos- se encoge y disminuye
y se quedan sin tumbas para tanto muerto,
y mi cielo -tu cielo-
y nuestra luna,
y las velas que encendí,
y el aire con que te agasajé,
seguirán con nosotros mientras decidamos
que la vida merece la pena vivirla.
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Siempre merece la pena
>> sábado, 6 de septiembre de 2014
Esos pocos ratos que distraigo con el aire,
ese casi azul inventado,
las palabras tintadas de negro
y las sonrisas de tres en tres,
te lo cuento a capítulos si acaso ese día decides no
acompañarme.
La música pasa ante mí
transformada en elevados decibelios que no soy capaz de
digerir
hasta morir -ésta- aplastada por el último coche que
circuló tras ella.
Y después, sin pausa
cae nuevamente la tarde de los últimos minutos de mi rato
para acostumbrarme que el día mereció la pena
y que no sirve de nada contar hasta diez
si los instantes de felicidad se quedan en sólo ocho
porque valdrán igualmente
y se darán por bien aprovechados.
Más tarde romperé el lápiz en dos pedazos,
apoyaré mi cabeza sobre
mi mano
y oyendo el tic tac del reloj,
dudaré
si acaso esto no fuera cierto.
Y cuando sea noche cerrada
y lo único que se escuche sea el ladrido lejano de un
perro
te preguntaré porqué no viniste,
y me dirás -o no-
si acaso aún no te has dormido
el porqué te quedaste,
y gastaremos los últimos besos en creernos,
y nos amaremos,
y soñaremos con otro cuerpo mientras sudamos juntos.
Pero esto también -seguro-
mereció la pena.
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Seguro que ya te consta
>> sábado, 30 de agosto de 2014
Sólo son unos segundos seguidos de un suspiro
y sin embargo
quemo todas las energías en la magia de lo bueno,
y ansío cambiar el plazo de segundos por eternidades
y que los suspiros alcancen a ser gritos
y que mi grito sea escuchado a lo largo del viejo mundo
y cuente el porqué de lo que vivo.
Da igual si eres amor o sólo deseo,
no me importa si te veo o te pienso,
si se rompe el momento
o si encuentro otro instante con el que retenerte.
De lo que hay sólo eso queda
y mientras estés
el momento es sólo mío,
y cuando me vaya te regalo el resto
y pintaré de azul el recuerdo.
Quererte,
ya te consta que te quiero.
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Cuando mi cuerpo se despidió del corazón
>> domingo, 17 de agosto de 2014
De espaldas al sueño y sin temer un ápice a la noche
bajo una escalera sin peldaños,
tropezando cientos de veces con mis propias huellas
con el afán de llegar cuanto antes a tu enfado
y terminar de una vez por todas
con las penitencias que me imponen tus escarmientos.
El grito,
que se convirtió en silencio
-no podía ser de otra manera-
tu semblante en cuchillos
y tus manos en tijeras,
convencieron a este corazón troceado
que marchara y no volviera,
que callara y ensordeciera
y que muriera solo y sin condolencias.
Ayer les contaba a los míos
cuánto duele el escribir versos de sangre que nadie lee
y cuánto se alivia la pena al saber
que no existe tal desamor sino en el cine.
Como espectadores fieles
aplaudieron al final de mi narración,
y tras un nuevo trago de cerveza
el siguiente nos contó su noche,
y la que escondía sus piernas tras el sofá
sonó su nariz rojiza para disimular el llanto
y cambiar de registro a la tarde.
Al despedirnos todos salimos fuera,
y entre abrazos y algún beso,
mi corazón se fue solo hacia la izquierda,
y mi cuerpo,
sin mirar atrás,
marchó para siempre en dirección contraria.
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Bajo un frangollano
>> domingo, 10 de agosto de 2014
Si te digo mil veces buenas noches,
más de mil veces,
si así termina antes el día,
si las escaleras se acortan en peldaños
y la distancia se convierte en efímera quimera,
es porque larga se convierte la hora que desdibuja mi
reloj de pulsera,
que siente ganas por mí,
para que yo te vea.
Si la noche se acaba y no dejaste el vaho de tu boca en
mi almohada,
si la ventana continúa cerrada
y las pilas de mi madrugada se gastaron,
si acaso fue mi invención
el que estuvieras bajo la sombra del frangollano
y que el rojo de sus flores no fueran flores
si no la sangre de mi mentira,
Arrecife se vuelve ciudad de cuentos
y no de citas,
y yo me vuelvo a donde nací para pescar un sueño
del que gozar despierto
sea noche o día,
pero de ventanas abiertas, besos bien dados
y rojos de flores y nunca mentiras.
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¿Quién podría dañar a una mariposa con una cuchara?
>> domingo, 20 de julio de 2014
Pretendo ensamblar el puzle
de los cientos de sueños que pasaron por mi cama
en una sola noche
y las piezas no terminan de encajar
al diferir mucho el negro de la noche
con la blancura extrema de unas sábanas bordadas con tus
iniciales,
el tamaño enorme de una luna recién llenada
y el vacío de un día
corto y poco aprovechado.
Tú eras parte de ese puzle,
pieza única que no logro concordar
aunque poseas el hueco más grande de mi cama.
Te sueño tres veces seguidas,
pero evitas que roce tu cuerpo con la tela de mi pijama.
No me esconderé jamás para decir
que cuando consigo unir la mitad de mi sueño,
tu mirada casi transparente me hace adivinar
que no es en mi cama donde deseas permanecer
sino en cualquier otra que te ofrezca
un sólo sueño exclusivo para ti.
¡Qué absurda noche!
¡Qué aburrido el reconocer que sobran sueños
y faltan vidas reales!
¡Cómo deseo que termine la noche para que dé comienzo el
día,
muera éste,
y llegue de nuevo la noche pero aún más negra si cabe!
¿Quién crees que podría dañar a una mariposa
y menos con una cuchara?
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Dos no se tienen si sólo hay uno
>> jueves, 3 de julio de 2014
Igual pasé por tu puerta
y giré la cabeza para no querer ver
aunque gritaran mis ojos
por dirigir la mirada hacia la segunda ventana.
De nada me sirve mentirme
si la mentira me entristece
y peco de abstinencia
por aquello del querer y no tener.
Tampoco aireo mi pena
pues no es tal,
sino sólo desazón por dentro,
y no hay nada
como una esquina para doblarla
y olvidar de qué iba aquello.
Al fin y al cabo
dos no se tienen si sólo hay uno,
y tú me dejaste
y yo ahora evito pasar
por tu puerta maldita.
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Incapaz de amar mis palabras
>> domingo, 29 de junio de 2014
No aglomero apenas quehaceres
para que conlleven largas estancias
en este ridículo cubículo que he habilitado
y que me llama a diario
con la intención de crear lo que ya está creado.
Por ello,
sólo acumulo sudor e instantes de desgana
-muertos ya de antemano-
que malgasto sin sobresalto
y que me deprimen según se acerca la congoja.
No hay nada nuevo...
¡Si acaso pudiera reparar desperfectos
para embellecer aún más el mundo!
Nada me piden a cambio.
Tampoco saben que existo,
aunque presiento que nací
para darle un toque de atención a lo ya creado.
Acaso sea cierto que la desgana puede con la traición
y que los papeles que arden en la chimenea
no fueron escritos con tinta
sino con trozos de alma...
Y no muere sólo el poema,
sino también ese alma ya negra
que no alcanza a saber de qué va todo esto.
Y sólo yo,
que me resisto a salir de mi ágora,
veo como muere todo lo que me rodea
y que hace días
creí que era algo y ahora sólo huele a humo...
Soy incapaz de amar mis palabras.
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La Invención
>> domingo, 22 de junio de 2014
La invención no es otra cosa
que crear fascinaciones partiendo de la base de la propia imaginación. Esa
invención nace desde el primer momento que abro los ojos y compruebo el color maquillado
del día, cuando la cabeza es capaz de asumir los grandes retos que desfilan dentro
de uno y tiene la suerte de vivir, desde un cielo infinitamente más azul que el
día anterior hasta una bicicleta apoyada en una vieja farola, con calle y
fachadas azulejadas en blanco y negro.
Desde ese momento, la maquinaria
de la invención se pone en marcha y es capaz de crear, por ejemplo, escenas de
cuentos donde grandes malos y pequeños buenos convivan juntos, donde la mezcla
de colores puedan dar lugar al Van Gogh menos famoso y más irreal jamás pintado
o donde las fábricas de chocolates consigan crear grageas con sabor a cacao
natural, sin conservantes, ni colorantes y tolerables para cualquier dieta.
Como colofón a un día
gratificante en invenciones, aparece una luz naranja antes de que la absorban
los tonos grisáceos y negros de la noche. Miro al cielo y, entre éste y las
siluetas que se crean por la vida que sigue viviendo enfrente, descubro unas marionetas
chinas que se mueven haciendo sombras y enredándose en sus propios hilos.
A partir de ahí, el aplauso es
cosa de cada uno y de la capacidad de resistencia, pues muchas veces el
cansancio vence a las ganas de la noche.
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Reflexiones
Desvelo
>> martes, 17 de junio de 2014
La sábana arrugada que se enreda entre las piernas
es señal inequívoca de que el desvelo ronda ya en tu
dormitorio oscuro.
El libro reposa desde hace tiempo en una mesilla
prefabricada de ilusiones
pero nunca terminada,
y las pestañas te piden a gritos cerrarse antes de que
llame el alba.
Los asuntos que te ocuparon el día
se encargan ahora de que se consagren a la noche,
y sientes rabia
por no poder matar de una vez por todas
esa voz en grito que alteró tu yo más de lo que sospechabas.
El estío tampoco ayuda
y es que el aire que entraba por la ventana
hace tiempo que cambió de rumbo
y refresca ahora el dormitorio de tu vecina,
la cual, te consta, duerme desnuda.
Mientras,
piensas que el día fue demasiado largo para cualquier
humano
y que las noches no las inventaron para pensar sino para
soñar.
Las estrellas ya no se cuentan para dormir
como antaño se contaban ovejas.
No es hora de contar sino de soñar.
Y si el sueño no aparece
entonces olvida todo lo que has leído,
porque los sueños no son lógicos y el desvelo insano.
Te pesa la soledad amigo,
siempre es bueno que haya una teta donde asirte cuando te
puede el bostezo.
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Permíteme
>> martes, 3 de junio de 2014
Permíteme que mi verso sea corto,
muy breve y roto,
como antes, pero hoy verso de viejo poeta.
Permite que sienta como me sentí de niño ante el primer poema,
ágil de mente,
resuelto en pensamiento y pueril en sabiduría.
Permíteme que me extrapole con palabras que conoces,
que huelen,
con frases que ornen tu memoria,
que duelan si han de doler y si no,
que sepan a color.
Permíteme que te verse como nunca hizo el poeta,
que me beba la lágrima de la emoción si acaso la causa,
que te tape el frío si te enfría
pues es un verso a mi manera.
Permíteme que hoy me adueñe de tu corazón a ratos,
que le cuente y le detalle lo bello que nace un sentimiento.
Permíteme por una vez coronarme con laurel
como se coronan los poetas.
Escuchar, escuchar es lo que te pido
y después
que me juzgues.
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La sentencia de un desahucio
>> sábado, 31 de mayo de 2014
La sentencia se produjo aquella misma tarde
cuando llamó a mi vieja puerta desconchada
y de sus palabras nació el desahucio.
Salí sin reconocer su cara,
desafiando a su sombra
que en ese instante manchaba el suelo,
para exiliarme.
No me rozó -no se
lo hubiera permitido,
no me despedí -no
hacía falta,
salí sin recoger mis recuerdos
y sin fuerzas para mirar atrás.
No hubo lágrimas que rellenaran los charcos vacíos tras
un seco verano.
Las miradas indiscretas que atisbaban
a través de las ventanas
tapando las vergüenzas tras los visillos,
se retiraban a mi paso.
¡Carne de cañón
para unos vecinos demasiado aburridos!
La calle se me antojó larga,
la acera estrecha,
la vida demasiado corta.
Un gato maulló a lo lejos
mientras el sol seguía entretenido en el cielo
jugando quizás con sus rayos.
Nada hacía presagiar mi deshonra
cuando amaneció aquella mañana,
y ahora marchaba yo, a paso lento,
con el olvido ya casi olvidado
y el futuro aún por escribir.
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Charlando con Dios
>> sábado, 24 de mayo de 2014
Desprendo por tus palabras que
has visionado otro mundo muy diferente al que me presentaste hace ya demasiados
años. Un mundo que ya no me corresponderá habitar porque perdí la ocasión desde
que desperté en éste ya tan sobado. Percibo cierto color gris en ese tono con
que lo narras, gris con falta de entusiasmo, pálido ensimismamiento y casi sin
creerte lo que tratas de transmitirme. No estás logrando convencerme y no
convencerás a nadie con esas tonalidades. Al fin y al cabo tú no naciste orador
pero bien es cierto que podrías vender cualquier producto maravilloso jamás
conocido. Me consta -lo veo a diario- que tu experiencia anterior no fue del
todo buena y ahora temes que me vaya de la lengua y que un puñado de idiotas te
destruyan también este nuevo sueño/proyecto de mundo perfecto. Aquí abajo
decimos que la perfección no existe. Te recuerdo que aunque yo tenga el poder
de dar vida, no pariré idiotas para luego amamantarlos con la mala leche que
ahora rezumo. Podría también quitar esa vida, pero no entra en mis planes. Mi
consejo es que muestres tu nuevo mundo a unos pocos, a esos con los cuales
estés seguro que estará todo protegido y que no cambien lo ya establecido.
Piensa que el azul ha de ser siempre azul y el feo ha de quedarse feo, pues
cada cosa que tenemos a bien tocar, tenemos la virtud de romperlo. Disfruta de
ese nuevo mundo, créeme que me hubiera gustado formar parte de él, pero nací en
lugar y momento equivocado. En este de aquí no se vive, se sobrevive.
Cuando completes el proyecto,
puedes mandar otro diluvio, esta vez sin Noé.
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Reflexiones,
Relatos
El porqué y para qué de lo desconocido
>> domingo, 18 de mayo de 2014
Ilustración: Lyona
©Hisae 2014
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Hay que darle un porqué
a esos proyectos que se despiertan contigo
mientras te desperezas cada mañana.
Nada tiene derecho a morir sin más,
por la ignorancia o sin una explicación,
sin darle la forma y llegar hasta el fin.
Quiero aliarme al mejor salvoconducto
para llevar a cabo
ese porqué que nació a mi lado
sin yo llamarlo,
pero mío,
mientras escuchaba un no sé qué
que no lograba identificar
y que resultó ser el sonido de la noche.
El para qué vino después del porqué
asido a su mano y como respuesta.
El escribir para qué no hubiera tenido fundamento
si hubiera muerto ese proyecto neonato,
y hoy,
orgulloso,
lo exhibo en mi bandera unicolor
con ese porqué tan cuestionado a veces
y sin la desgana de la derrota.
No vislumbres un lloro de alegría ahora, no.
Mis lágrimas son de esfuerzo,
de desprecio en ocasiones y tesón las más,
para lograr izar,
con toda mi fuerza
la tela de la victoria en ese asta
que permanecía limpia hasta entonces.
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Todas esas cosas que aún seguimos aprendiendo
>> miércoles, 14 de mayo de 2014
Foto: Nigel Roddis
No me canso de escuchar,
de observar,
de intentar comprender todas aquellas cosas que me son
ajenas,
con la importancia que ello tiene para mi propio
enriquecimiento.
Un enriquecimiento jamás tardío y que a veces sobrepasa la
capacidad que cada humano puede soportar.
Pero los individuos somos más inteligentes que todo eso y
nos estiramos,
nos ensanchamos,
nos dilatamos
para seguir absorbiendo lo que de alguna manera nunca nos
vino dado en el paquete y ahora nos llega con retraso.
Esta demora aparece siempre a tiempo;
llama a la puerta
y automáticamente se abre, aunque fuera sople un
vendaval.
Y por la noche consigues conciliar mejor el sueño, dando
por bien aprovechado el día. Seguramente esos sueños sean incluso más
placenteros que los soñados después de un día de desgana.
Muero, pues, porque llegue mañana con el nuevo color de día
y el mundo me descubra tanto como me alcancen los
últimos minutos antes de que mis pestañas se nieguen a permanecer por más
tiempo abiertas.
Y mi boca sonreirá feliz
y me seguiré preguntando por qué la vida no consta de más
años para vivir
o por qué me niegan aprender después de muerto.
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