Mis novelas favoritas

>> sábado, 13 de septiembre de 2025

 

Retrato de Fernando Pessoa, Almada Negreiros

Hace años que decidí escribir mi segundo libro, la que sería mi primera novela. Recuerdo el día exacto como si estuviera apuntado en el calendario, cómo de soleado lucía el cielo y en qué estado anímico me encontraba.
Fue al leer un mensaje en mi correo electrónico en el que una persona anónima me escribía para decirme que un poema mío había llegado a sus manos y que deseaba publicarlo en una revista que dirigía. En esos momentos sonaba “Calling you” a través de mis auriculares y subí el volumen a tope para cantar el estribillo que tan bien conocía. Ese mensaje me dio tal subidón que parecía que me había tomado varios tragos del mejor whisky.
Respondí al mensaje, meditando despacio cada palabra que escribía. No quería parecer excesivamente eufórico pero sí muy interesado. Por supuesto, le di permiso para publicar el poema y, al enviarlo, en ese momento decidí escribir una novela. Sí, lo sé, no tiene nada que ver una cosa con otra, pero así soy yo. Si mis poemas gustaban, si mi único poemario estaba ya en la calle desde hacía tiempo, ¿por qué no intentar una novela con los cientos de historias que ocurrían constantemente en mi inquieta cabeza?
 
Según envié la respuesta, me puse a repasar mi libreta de notas para encontrar entre todas ellas un tema atractivo. Mis notas eran muchas y no me resultó fácil decidirme. Fue a la mañana siguiente, domingo nuevamente soleado, después de correr unos kilómetros en la playa, cuando comencé a escribir mi primera novela. Tendría como telón de fondo el mar.
 
Mi poema se publicó semanas después en la revista, y aquel mismo verano terminé de escribir mi novela. Gracias al editor de mi poemario, pudo salir al mercado sin demasiados contratiempos. La aceptación no fue muy mala a pesar de que tampoco resultó ser un bestseller. Pero quedé satisfecho y con ganas de seguir escribiendo.
 
Mientras tanto el director de la revista me pidió más colaboraciones y mi ordenador se llenó de peces. El mar era el tema de la revista donde empecé a colaborar regularmente. Y también era el telón de fondo de mi primera novela publicada. Ambas iban de la mano, porque una dio origen a la otra, que fue tomando forma al abrigo de la primera.
 
Años después, con dos poemarios y cinco novelas publicadas, la revista seguía en la calle con mis escritos de agua y yo seguía poniéndome en forma corriendo en la playa. Uno de esos días, después del agotamiento de la carrera, decidí darme un baño, con tan mala suerte que una medusa me rozó un pie. Su veneno me provocó tal dolor y tal enfado que decidí cambiar el escenario de mis escritos. Desde aquel día mis novelas sólo transcurren en bosques y desiertos, aunque no he tenido el valor de hablar con quien lo empezó todo. Así que finjo. Cuando escribo árbol, en la versión que envío pongo coral; cuando escribo prado, lo cambio por lecho marino; cuando escribo perro, lo sustituyo por estrella de mar, y así sucesivamente, hasta el infinito. Espero que me sepa perdonar cuando lea esto.
 
 Publicado en la revista NU2
©Mario M. Relaño

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