Amor de verano

>> domingo, 3 de diciembre de 2023

 

Giosué Argenti (1819-1901)

Era de mármol blanco, grande, bella y esbelta. Estaba situada en la parte central de la sala, en una zona de preferencia donde se podía rodear para contemplarla desde cualquier ángulo. La luz estaba dirigida de tal manera, que los pliegues de su piel formaban unas sombras que aún la hacían más real. Sin duda era la auténtica atracción del museo.


Él acudía casi a diario a verla, tanto, que ya era conocido por el vigilante de la sala. Cuando éste se descuidaba, él aprovechaba y tocaba sus pies fríos. Nunca se atrevió a tocarla más, no por la seguridad sino por el respeto.


Más de una vez le tuvieron que invitar a salir porque el museo cerraba y él, triste, salía dejando la última mirada en sus ojos muertos.


Un día, al llegar a la sala donde lucía esplendorosa, encontró su cara mojada. Él no pudo acercarse a secarla y la consoló con su silencio.


Al día siguiente, la sala estaba vacía. El vigilante le informó que la habían devuelto al país original.


Se trató de un amor de verano. Pero aún hoy le sigue doliendo la separación.



Mario M. Relaño



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