Año Nuevo

>> miércoles, 31 de diciembre de 2008


No siento que mueras.
Me volví egoista y no lloraré por ti,
pues,
¿acaso tú sentirás mi muerte?
Mientras,
espero expectante a tu hijo que hoy nace...


CON MIS MEJORES DESEOS DE FELIZ AÑO NUEVO PARA TODOS.


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Soy yo, pero no tuyo

>> domingo, 28 de diciembre de 2008

















Foto: José S. Álvarez


Pintan tus ojos,

vagos recuerdos dormidos en sueños malogrados,

días oscuros en marcadas ojeras que afean tu mirada.

Y tú me preguntas por el calor de un cuerpo ajeno.

Y yo te entrego el abrazo

que guardaba para sagrados encuentros.

Yo soy,

pero no tuyo.

Y mientras permaneces en eternos instantes,

una lágrima negra,

perdida,

recorre tu pálida mejilla para morir en mi hombro.

Admites que yo soy sueño,

y tú, realidad.

Pero la despedida es corta

y el beso largo.


Mientras tanto amanece.

¡Claro que ha amanecido!

Aunque el cielo siga oscuro y las aceras no tengan color.

Aunque el silencio aplaste las calles.

Aunque ni tú ni yo seamos lo que somos.

Yo soy,

pero no tuyo.


Ruge el encarnado esplendor,

jocoso y sediento de unos labios,

desordenada comitiva de caricias

tras la metáfora cortina de tu vientre,

temerarios del instante de irrealidad que nos embarga

otorgado por el desparpajo de una noche oscura y solitaria.

Cede la despedida,

corta,

con beso largo.

Después, hedor. Afanoso ofuscamiento.




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Qué me queda de contar

>> viernes, 26 de diciembre de 2008


















Foto: Armando Caldas

Qué me queda de contar

más que las hojas de un almanaque en paro,

esperando que la luz refleje en tu espalda

si acaso quisiste dormir conmigo.

Y te pido

que de cada siete silencios

dos se conviertan en besos y

tres en poemas de amor.

Te cedo dos si acaso quieres intimar con el diablo

y rezar letanías de amargo dolor,

mientras que a mí me ames con eternos orgasmos

y no olvide nunca la marca de tu olor.


Qué me queda,

si me ahogo entre tus besos y tu mirada me traspasa,

aunque tapen tus rizos cualquiera de tus ojos.

Y sonríes

y me aseguras que despertó tu corazón al encontrarme.

Y me vendes los lamentos a reales

mientras robas emociones,

secuestrado entre las sábanas blancas de una cama,

jugando con la lujuria.


Y te pido

que de cada siete silencios

dos se conviertan en besos y

tres en poemas de amor.


Sonríes mientras fumamos el amor ya consumido,

el sexo consumado

y me duermo entre el coral de cualquiera de tus piernas

esperando, si acaso, el amanecer.





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Cuento de Navidad

>> jueves, 18 de diciembre de 2008


















Fui caminando despacio,

para llegar.

Nunca encontré interesante las prisas.

La verdad nunca es difícil -soñé,

si esa verdad es tal verdad,

y pateas para siempre la mentira.

Cruzando las curvas rectas de una vida,

me cayeron los garabatos de un niño.

Aparté los optalidones de una sucia mesilla de noche,

fregué el vaso,

dejé de beber lo sucio y prohibido,

y me lancé a vivir las mañanas

y dormir y soñar las noches pintadas.

Creí oír cantar a un pájaro,

o quizás las luciérnagas aún no se acostaron.

Corrió desnudo mi interior por lo que aún quedaba vivo

para tonificar mis mohosos pensamientos.

Sentí que el mar me pisaba,

y tomé la mano del niño

que con los ojos más abiertos que un sol me decía:

“quiero ser tu amigo”.


Dicen que hoy era Navidad…



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Gestos

>> domingo, 14 de diciembre de 2008

















Es el proyecto de salvar algún gesto mientras me hablas,

como si de fotografías se tratara.


Te robaré la cara.


Pintarles del color de la gerbera,

ponerlos en agua y regarlos con mi mirada.

Desde que naces hasta que mueres,

me alimentas gesticulando,

te pido besos y me castigas con payasadas.


Creo que te robaré la cara.


Y sonríes y sonrío y te abrazo después,

mientras retozamos la risa en alguna pradera,

de alguna manera.

Te compro las alas para sobrevolarme

y que me mires desde ángulos distantes,

amantes,

que me brillen las canas

si acaso las alumbra el sol,

y me lances suspiros de cercanía,

como hacías antes.


Te inyecto el sedante de mis palabras para dormirte,

y mientras te miro y te admiro

al tiempo que la mueca quedó congelada en tu boca.

Y creo que te deseo,

y poseo el sueño de tenerte conmigo siempre,

aunque alguna vez olvidara dale color

a las fotos de tus gestos.


Recuerda que la primavera también es en diciembre.

Si te vas,

te robaré la cara…




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Retazos de una noche en vela

>> jueves, 11 de diciembre de 2008

Me pierden las largas noches en vela,

donde los fantasmas vienen a jugar al parchís

y cuando la vecina,

desnuda al trasluz de una cortina,

incita a los adolescentes bebidos de tequila barato.


Repaso en la balanza justiciera de la vida,

si las manifestaciones de amor puro

merecieron la pena, ahogado en mi propio semen,

o quizás vencieron los besos fugaces a los ósculos creados por capítulos,

donde ni el frescor ni la sorpresa convencían.


Atiendo las llamadas al número privado de mi alma,

por si acaso en alguna aparece un trocito de ti,

y si no,

haré solitarios para matar el tiempo prestado y que no quiero,

antes incluso de beber los minutos saldados

de lo que me queda por morir.


Me regalas libros infantiles,

acaso sólo para mirar juntos las ilustraciones,

sabiendo que de cada sonrisa nacerá un verso

y de cada suspiro, un lamento.


Mientras los fantasmas juegan al parchís

y la vecina apagó la luz.





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Títulos y palabras

>> domingo, 7 de diciembre de 2008


Sólo son palabras, ideas, maltratos, conspiraciones,

necesidades básicas para una supervivencia,

palabra tras palabra en habitaciones separadas,

un juego,

el juego del amor, las mujeres y la vida.

Ciudades de relatos a una prudente distancia.


Escribo sin saber si existe el destino de las maravillas,

obcecado por tener sin sentir,

sabiendo la dificultad de encontrar héroes.


Quizás fuera ayer y no me acuerdo

cuando escribí sobre mi vida de ignorado,

en aquellas tardes de café

en las que nadie me esperaba en un mes de junio.

Los perros ladraban tras la peste

y yo decidí ordenar ideas.


Suave era la noche para el amador

y que mejor poema que un orgasmo –pensó él.

Y que mejor orgasmo que un poema –me dije yo.


Los tallos verdes ya crecían por Manhattan

cuando el embrujo de mi chabola en el centro de la ciudad

atraía hasta distinguir el sexo de los ángeles.

Tras mucho naufragar,

te esperé en La Habana,

ahora era el momento,

en la isla de las tres sirenas.


Allí dos hermanos

intentaban atravesar el puente al infinito

huyendo de las opiniones de un payaso.


Mientras, miro hacia el mar,

esperando el código de la ciudad de las bestias

para colarme,

o acaso encontrar la llave que me abra el comprenderte.

Mientras, miro hacia el mar,

y permanezco sentado en El Malecón,

que igual podría haber sido un estafador de extranjeros

el que me robara amantes a la intemperie.



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El hombre de las gafas

>> jueves, 4 de diciembre de 2008


Miraba por encima del cristal de sus gafas. Esos ojos me acompañaron todo el trayecto que duró la travesía en coche de una calle a otra. Las historias para crear sobre esa mirada imprecisa se me agolpaban en la cabeza, llamándome para no olvidar esa sensación.

Él era maduro. Al menos ya tenía 60 años. No podría precisar su nacionalidad pero tenía rasgos árabes. Era bajito, muy moreno y con cabellos blancos excepto esa calvicie incipiente. Iba acompañado de una persona joven. Él me miró y así sentí su mirada fijamente mientras conducía. ¿Sentí miedo? No sabría describirlo. Tal vez al refugio del coche sentí curiosidad, aunque quizás no desearía cruzármelo por la calle en una noche oscura.


Curiosamente o por esa extraña sensación de que el señor árabe no era humano, volví a encontrármelo en la siguiente travesía. Esta vez ya eran dos sus acompañantes. Pero, nuevamente, su mirada se clavó en mis ojos, y supongo que mi mirada fue clavada en los suyos. Él continuaba mirando por encima de sus gafas, sus gafas oscuras. Y esos ojos se clavaron con tal fuerza dentro de mí, que no había forma de separar su rostro del cristal del coche mientras seguía conduciendo.


A lo lejos, en mi horizonte más cercano, te divisaba a ti, tu silueta de hembra muerta y hermosa. Verte, era dejar de pensar en el resto de vida que me rodeaba. Eras larga y diáfana y en días soleados ni una sombra te rozaba. Mi mar te alejaba si acaso quería tocarte. Sólo eras tierra y lava, rocío en las húmedas mañanas y alisios los que te despeinaban.

Mientras permanecía sentado en mi playa, contando los metros que me faltaban para alcanzar la esbelta silueta de la isla majorera, apareció él. Y a partir de entonces, no sabría como continuar la historia.


(…)


Hoy soy tierra muda. Una tierra yerma e improductiva. De mis entrañas nacen montañas y me recorren cauces de ríos muertos. No hablo, no podría. Me tragó la boca un manto de lava. Pero me recito mentalmente poemas que otrora aprendí a rimar. Sé que otro momento no fui isla. Pero sólo recuerdo la intensidad de unos ojos.


Dicen, que tengo esbelta silueta visto desde el otro lado del mar…






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El caballo

>> martes, 2 de diciembre de 2008





















Bello, esbelta figura,

cabeza afilada y huesuda,

largas y fuertes patas,

relincha sin tregua asustado el caballo.


En paisaje de regados prados

saltando cauces secos,

intenta alcanzarlo, ella,

preciosa,

sintiendo su aliento cálido y dulzón

que emana de los oscuros orificios de sus ollares.


No, Ana,

no olía la bestia a caballo.

Olía al animal salvaje que siempre fue.


No dejes ni un instante de hablar al caballo,

Ahuyenta ese temor que le invade.


Cogió el ronzal y lo ajustó sobre el hocico.

Mientras, él volvió a cocear.

Pero ambos sintieron esa mirada,

frente a frente,

apagada de malicia.


Le colocó la cincha.

Pasearon juntos.





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