Día de lluvia y miel

>> domingo, 20 de febrero de 2011


Era el renacer del día tras la muerte de una noche

y este es un nuevo paseo.

Tú,

yo,

el aire que me sabe a tu aliento

y esa paz que me hiciste llegar.

Encontré mesura de tus delicias pintadas en unas palabras ya dichas,

pero siempre esperando escucharlas salir de nuevo por tus labios.



Llueve.

En un día de lluvia como el de hoy,

las gotas me saben a miel de tu colmena viva,

ternura,

frágil en tus movimientos como el niño aquel

que espera el abrazo de amor de quien lo es todo.



Llego mojado

y liberado de tanta tibieza y mentira sórdida.

Lo único que verdaderamente importa

es saber que aún continúas conmigo en la distancia.

No importa quien esté en la puerta

ni aquel que pretenda vender ilusiones por oro,

trilero de la verdad,

al que por fin descubrí bajo sus cubiletes con música.




Sólo deseo gozar del presente.

Tú eres mi presente.

Seguir liberado de tanta farsa vieja y pestilente,

donde existamos tú,

yo,

ambos.



Y hoy la lluvia me alimenta,

y bebo esas lágrimas que aún no eres capaz de derramar ante mí.

Me señalas la auténtica verdad,

dulce como esa miel

de tu colmena viva.



(Con la complicidad de Franc Vázquez)

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Entre hojas

>> domingo, 6 de febrero de 2011


Distraído,

removiendo las hojas que habían caído de los árboles,

encontró un corazón que parecía sangrar.

Lo tomó entre sus manos,

miró hacia los lados

y se dedicó a lavarlo con sus lágrimas.

No había suelo,

no había cielo,

no había olor.

Apoyado en el quicio de cualquier sitio

observa el corazón que sangraba

o tal vez lloraba.

Ese corazón que le había conmovido.



Decidió que no era suyo,

y lo enterró entre las hojas que seguían cayendo de los árboles.

Al fin y al cabo

no distinguía entre la transparencia de una lágrima

y el rojizo de la espesa sangre casi seca.

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La comedia de la vida

>> martes, 1 de febrero de 2011

Me pregunto de qué materia está formada la niebla que aparece cada mañana en la vida de los que miramos al horizonte; donde quedan las montañas que antaño veía tras los cristales de cualquiera de las ventanas a primera hora de los amaneceres más fríos del invierno.


No hay luz. La luz quedó guardada para los afortunados, mientras que algunos desdichados, intentamos congeniar con las sombras que lo invaden todo.


Mi vida son los libros; mi futuro lo conforman esos libros que nunca termino de escribir. Hace tiempo que creo que agoté a las letras para unirlas a mis frases. Y mientras, me hago llamar poeta, cuando la única poesía que hay en mi vida, es escuchar el ritmo que marca el corazón dentro de mi cuerpo.



Cuando la niebla se disuelva y vislumbre al sol, tomaré un papel en blanco y un lápiz, miraré al cielo, y escribiré al fin las letras que se negaban a nacer.

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