Escondía versos

>> miércoles, 19 de septiembre de 2012


Escondía los versos
para vete tú a saber quien
en las casas más ocultas de las oscuras calles,
cargadas de sombras
por la acumulación de la noche
y la escasez de farolas.

Escondía versos
para ser leídos por los más madrugadores
en cualquiera de las mañanas..
Rimaba mis amores,
mis desamores y desganas,
penas y alegrías,
mis días, pocas noches.

Escondía versos
a personas anónimas
que jamás llorarían mis dolores
ni reirían mis ocurrencias de poeta
sin nombre.
Amaba sobre todo las letras,
las mañanas y el temor de la noche,
la soledad en mis andanzas
los pecados veniales
y las flores.

Escondía versos,
diversos todos ellos.
Eran mi tesoro.
Tesoro que quedaría enterrado
conmigo tras mi muerte.


Fotografía: "Sueños de infancia", Vicente Méndez

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Me gustaba su aliento

>> sábado, 15 de septiembre de 2012

Me gustaba su aliento.
Quizá por ello tendía a devorar su boca,
boca ya marcada por besos que no eran míos
y que mi lengua trataba de borrar.

Amanecía tan de repente,
que no me daba tiempo a terminar de soñar,
y los azules de mi mañana
se tornaban turbios si no alcanzaba su boca.

Me encantaba tentar a la suerte
y salir desnudo a la terraza
para ser abrazado por el sol.
El mar, de fondo,
sonaba como las cuerdas de mi guitarra,
esas que acariciaba en tardes de aburrimiento.

Si no estaba,
dibujaba labios rojos en trozos de papel
y  los dejaba tirados por el suelo.
Así nunca olvidaría mis deseos
de tener su boca pegada a la mía,
porque
me gustaba su aliento.


Foto: "Desnudo" José Luis Zúñiga.


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Dejé de escribir

>> sábado, 8 de septiembre de 2012

Dejé de escribir relatos
cuando por undécima vez me leyó y calló.
Las letras comenzaban a caer por el papel,
como las gotas de lluvia
resbalan por la luna del coche.
Mis poemas se volvieron inútiles,
dejaron de hablar,
y el sin sentido no rozaba los corazones.

Dejé de escribir
cuando descubrí que lo mío era vivir de los otros,
empaparme en agosto,
fumar porros en cigarrillos chupados
mientras reíamos sentados en la acera
y jugábamos por la noche con la baraja francesa.

Mi cama quedó vacía mucho tiempo
porque cada noche yo ocupaba una diferente,
nunca más me volví a resfriar
y bajé de peso.

Dejé de escribir
porque creía no tener nada que contar,
aunque en mis noches se agolpaban los sueños.
Miraba tras la ventana
y los niños corrían tras la pelota.
Yo me lamentaba.

Desde entonces,
me dedico a leer en secreto, sentado en el retrete.


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Me regalaste gemidos

>> martes, 4 de septiembre de 2012

Me regalaste gemidos
hoy ya gastados
que figuran entre nuestros recuerdos,
esa música de cisterna de fondo,
una luz
apagada,
jugando los tres, tú, yo y la sombra,
reacios a que terminara el momento
de nuestros enjugados sudores.

Gritos que los vecinos no llegaban a escuchar,
la mesa puesta
y el tiempo que se acaba.
Un rápido adiós
mientras sigue amaneciendo cada día
y las palabras caen en la hucha del ahorro.

Me regalaste gemidos,
que me tragué para tenerlos.
Eran míos.
Hoy te miro,
sonrío y piensas
si acaso fui yo o lo inventaste.



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