Dejé de escribir relatos
cuando por undécima vez me leyó y calló.
Las letras comenzaban a caer por el papel,
como las gotas de lluvia
resbalan por la luna del coche.
Mis poemas se volvieron inútiles,
dejaron de hablar,
y el sin sentido no rozaba los corazones.
Dejé de escribir
cuando descubrí que lo mío era vivir de los otros,
empaparme en agosto,
fumar porros en cigarrillos chupados
mientras reíamos sentados en la acera
y jugábamos por la noche con la baraja francesa.
Mi cama quedó vacía mucho tiempo
porque cada noche yo ocupaba una diferente,
nunca más me volví a resfriar
y bajé de peso.
Dejé de escribir
porque creía no tener nada que contar,
aunque en mis noches se agolpaban los sueños.
Miraba tras la ventana
y los niños corrían tras la pelota.
Yo me lamentaba.
Desde entonces,
me dedico a leer en secreto, sentado en el retrete.
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2 comentarios amigos:
Mi cama quedó vacía mucho tiempo
porque cada noche yo ocupaba una diferente.
Qué duro suena.
Eso decía Saramago, quien dejó de escribir durante muchos años porque no tenía nada que decir. Yo también me dedico a leer en secreto. Incluso en muchas ocasiones leo lo que todavía no he llegado jamás a escribir.
Tus versos no son inútiles. Mucho menos para esta tarde tan llena de abrazos.
:o)
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