Por el placer de besar

>> jueves, 26 de abril de 2012


Besé labios tras labios,
antes de morder los tuyos.
Encontré el dolor al dejarlos
aunque fue más intenso el placer
de tenerlos.

¿Y tus ojos?
Besar tus párpados cerrados
y sobre tu cuerpo desnudo
dejar un susurro.

Hoy no callo,
hoy grito,
para evitarte un mar silencioso
que seguro
que ni en sueños recuerdas.


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El barrio donde vivo

>> miércoles, 25 de abril de 2012



A veces ando perdido
en la gran inmensidad de mi propio yo
y despierto en barrios ajenos
donde la calle se llama melancolía.
Intento sobrevolar hacia el mundo de los demás,
tu mundo,
pero mi interior es demasiado extenso
y me pierdo.

Y nuevamente duermo
en el barrio de los sueños
y limpio los restos de la desidia
mientras te observo.

Ya no te pido ayuda,
tan sólo el abrazo robado que nunca me diste.
Si acaso callo
dame por muerto
y olvida
mi última colección de versos.


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No puedo pretender que todos me améis

>> martes, 24 de abril de 2012



Si no fuera porque el día lo he vivido,
si no fuera porque el cielo se ha teñido de desgana,
si mi corazón no hubiera muerto solitario,

pintaría de color el horizonte
¡alguien tenía que pintarlo!

No puedo pretender que todos me améis,
y por ello sufro.
Clama este llanto a una vida serena
donde el dormir es mi refugio,
donde amanecer sea respiro,
donde no toquen a mi puerta si la ven cerrada,
donde la música sea sólo eso,
música y no ruido.

Lo demás quedó vivido,
matado lo malo
y guardado lo bueno, para un siempre inventado.

Ahora soy feliz
a pesar de sentir como una lágrima perdida se desliza.

No puedo pretender que todos me améis,
y por ello sufro.
Porque rompí el corazón para repartirlo
y crear de uno, cientos
y de cientos,
sólo uno.

Lo demás quedó escrito
en pequeños papeles ilegibles y enterrados
para mí  y para mis difuntos.

Ahora soy feliz
aunque tus labios me recuerden antiguos besos.


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El museo abstracto

>> domingo, 22 de abril de 2012

El despertador atronó a las 6.00 de la madrugada como era su costumbre. Yo le hice caso, como también era mi costumbre. Su sonido era provocador y tremebundo. Por eso mismo, al tiempo que lo odiaba, me levantaba. Yo, era un chico fácil.

Mi primer quehacer en esas tempranas circunstancias, a parte de vaciar mi vejiga y lavarme las legañas, era poner la cafetera, preparar dos tostadas con mermelada de zanahoria y leer algún capítulo del libro que tuviera en ese momento entre manos.

Después, cuando ya empezaba a clarear, cuando el reloj de la cocina marcaba las siete, disfrutaba saliendo a respirar el primer aire de la mañana. Primero, me dirigía a la terraza para contemplar el cielo y ver como cada día me sorprendía con colores diferentes. Al rato, salía a dar una vuelta a la manzana para sentir el fresco en mi rostro.

Y aquí comienza el relato. El relato es la crónica de las primeras horas  de mis mañanas, de mis experiencias, de mis sensaciones y de mis pensamientos. El relato es un relato silencioso y artístico. Es un relato muy fresco y sobre todo, es una narración muy olorosa…

Yo salía de casa siempre sonriente. El poder combinar lectura con café y el conseguir contemplar por unos instantes el cielo, me llenaba de una energía positiva y de una capacidad de sonreír que me duraba la mayor parte de la jornada. Esta era mi hora preferida del día.

Jemmy era el primero con quien me encontraba cada mañana. Jemmy era pequeño pero hermoso, con un bello pelo rizado negro. Apenas me miraba, todo apático. Eso sí, Jemmy tenía la capacidad, a pesar de su escasa corpulencia, de plantar tremendas mierdas en mitad de la calle. ¡Qué lindo perrito era Jemmy!
Jemmy salía con prisa cada mañana de la casa más cercana a la mía, atado a una correa que Celia, la niña repulsiva de mis vecinos, llevaba. Sus padres eran encantadores, pero la niña era una hija de su madre. Casi sin haber terminado Jemmy de dejar su regalo en la acera, la niña Celia tiraba con fuerza de la correa para seguir el recorrido.
El recorrido era breve, tan sólo daban la vuelta alrededor de las cinco casas para llegar a la parte trasera de estas. Apenas unos metros.

Y allí,… allí… allí era el deleite de la mañana.
Jemmy, volvía a cagar. Sí, cagaba yo creo aposta para joder, o quizá por la envidia de ver como Chuscky, Luna, Ariel, Boby y otros tantos lindos perritos, hacían lo propio. Allí todos cagaban a su libre albedrío. ¡Era la fiesta de la mierda!

Mientras, la ceñuda Celia sujetaba la correa de Jemmy con una mano y hurgaba su teléfono móvil con la otra.
Al igual que a Celia, también reconocía cada mañana a Susana, con su bata rosa de guatiné, a Felipe con esos pelos sin peinar y las legañas en los ojos, a Teresa con los rulos y el chándal,… Y otros tantos rostros conocidos, pero que aún no lograba ponerles nombres.
Felipe escupía en el suelo. Susana fumaba su primer cigarrillo de la mañana, tosía  y lo apagaba en el suelo pisándolo con sus zapatillas Hello Kitty de fieltro,… Había un chiquito joven que escuchaba música en su mp3 con los auriculares insertados en sus orejas. El caso es que, mientras los lindos perritos cagaban a sus anchas, los dueños ni se miraban. Cada uno iba a lo suyo. Claro -pensarán ustedes- eran unas horas demasiado tempranas para entablar conversación y hacer vida social.

¡Y lo bonito que quedaba el solar! Yo, que cuando compré mi casa pensé que terminarían haciendo unos jardines agradables en ese solar, donde poder salir a leer al caer la tarde,… Ya me decía mi madre: “hijo, que inocentón que eres”.

Y sí, el jardín lo era. Era un jardín abstracto que, a través de la mierda, se podían observar todas las piezas de la colección. Una colección que daba la impresión de que uno está por entrar en una burbuja: un lugar agradable, orgánico y confortable. Lo cierto es que, detrás de la construcción de estas piezas hay una serie de operaciones morfológicas muy precisas. Precisas y sobre todo, olorosas. Era un jardín diferente, que a pesar de carecer de vegetación y flores de diferentes colores, siempre tenía olor.

Y yo desde la esquina, tratando cada mañana que todo fuera diferente y que el aire que recibiera fuera limpio, puro y renovado, contemplaba como Jemmy y sus amigos Ariel, Chuscky, Luna y Boby se cagaban en las aceras y solares de alrededor de mi casa, bajo la atenta mirada de sus dueños. Y eran estos encantadores animalitos y sus educados y cívicos dueños los que hacían que cada mañana pudiera agradecer que me salieran unos pólipos nasales y evitasen así que los efluvios de sus heces me descompusieran el estómago recién calentado con mi café.

THE END


Nota del autor.- Los nombres de personas y animales que aparecen en este relato son ficción. No así las mierdas que cada día aparecen en nuestras aceras y calles, debido al poco civismo de muchas personas que dicen amar a los animales y sólo saben comportarse como ellos. ¡Salud!



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Lucha

>> miércoles, 18 de abril de 2012


Lucho contra la indiferencia del día,

el recuerdo de tu primer beso

y el último, que aún me duele.

Contra el ardor de una mañana fría,

el sueño de una noche contigo

y un primer café.


¿No captas la sutileza de mi tristeza?

Todos mis amores han muerto

y lo olvidé de repente.

Ahora sé que siempre estuve solo.


Lucho contra el erizado de tus pelos

si me lees

y mis versos mal rimados.

Contra el aburrimiento cotidiano

y el exprimir en gotas

tus instantes.


No quedan más noches en mi almanaque.

Tantos días malgastados,

hoy fingiendo

y me limito a recordar.


Lucho contra mi propia lucha.

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Pecados

>> martes, 17 de abril de 2012


Pecados,

que sólo podrán ser perdonados

por los gusanos que moren en mi tumba.

Pecados

¿quién decide que es maldad?

Me niego a reprimir mi éxtasis

por los que deciden definir nuestras conductas.

¡Que me condenen pues

por copular y blasfemar,

por la pereza dominical,

por embolsarme la limosna y gastarla en alcohol!

Dame penitencia de ayuno

y comeré más que nunca.

Y al mismo tiempo

que doy patadas a tu diccionario,

quemaré sus páginas como si de la Inquisición se tratara.

Seré mi propia herejía,

fornicaré los domingos y fiestas de guardar

con diferentes cuerpos cada noche

aunque me condenen a muerte.

Pecados,

que nunca serán perdonados

si no te atreviste a disfrutar.



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Aprender contigo

>> domingo, 15 de abril de 2012


Contigo aprendí a perder el tiempo,

hacer de mis besos tus versos,

a saber que nada es eterno

si no instantes,

a parar el reloj en esos instantes

y alargarlos con los sueños.


Contigo aprendí que nada he de pedirte,

no tengo derecho.

Tan sólo ruego

que cuando me veas

hagamos el amor

y que me despidas hasta mañana

fingiendo volver a vernos.


Contigo aprendí otra felicidad,

y que ésta

permanecerá en la cumbre de todas las felicidades.

Saber que la noche

será cómplice de algún encuentro

y más tarde mis lágrimas serán sólo mías.


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Sequedad

>> martes, 10 de abril de 2012


Hoy lloro sequedad
comprobando en mi piel la injusticia de las vidas,
rabiando sangre por no permitir ceguera a mis ojos
y sordera a mis oídos.
¡Qué más da tener el mundo
si el mundo se hastía!
¡Por dios, que calle el ruído
y me envíen silencio!
¡Quedar solo
hasta que me inviten de nuevo a nacer!

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Graffitis

>> domingo, 8 de abril de 2012


Estoy preñado

de millones de palabras que devoran mi interior

suplicando salir

para pintar graffitis de ideas..

Miro la línea que une el mar y el cielo,

siempre rabiosamente azul,

queriendo describir

lo bello, a pesar de la noche y su oscuridad.


Nada me retiene

en la conquista del nuevo yo, inventado,

que aplaste al fin los temores.

Busco la manera de describirlo,

de narrar mi interior, lo ya caduco

y lo nuevo y próspero.

El dolor,

quedó inmerso en ese pozo cavado.


Y al verme diferente se extrañan

¡Malas gentes que del silencio hacen su grosería!

¿Debe ser bueno lo bello? –preguntan si me ven.

Debe ser único lo bello,

Debe ser único lo bueno.

Haz de lo bello lo auténtico –respondo.


Es la palabra sabia que mantiene el vigor,

la que yo copio e intento imitar

para describir cada paso erróneo que di

y una falsa manera de estar.

Quiero plagiar a los que saben,

de los que me hacen más inteligente

y me ayudan a seguir.


Deseo construir un palacio

para todos aquellos que un día me dedicaron una sonrisa,

tomaron un trozo de papel y me escribieron unas letras,

para los que me quitaron el dolor,

me dieron esperanza

y me invitaron a vivir.

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La playa de Nueva York

>> sábado, 7 de abril de 2012


Cuando regreses de hacer esos kilómetros en bici por ese mundo tuyo que desconozco y que temo preguntar, seguro que me encontrarás en la playa de siempre, leyendo las páginas que escribí cuando estaba en Nueva York.


Cuando llegues, me encontrarás desnudo y acariciado por el último rayo que quede de la tarde. Tal vez, con algo ya de fresco, sentirás mi cuerpo frío. El sol hace tiempo que cambió de color para volverse oscuro y ser intimidado por la luna, reina de la noche.


Y quizás, venciendo a mi timidez, te pida un abrazo para matar ese frío que se impregna en mi cuerpo y juega con cada uno de los poros de mi piel. La espera está resultando larga.


Tus piernas fuertes tras kilómetros de pedales, matarán el gélido momento, mientras sueño con quedarme dormido entre tus brazos. Dejaré mi cuaderno y Nueva York me parecerá lejano, y tú tan sólo desearás que la noche no muera nunca para no separarte del aroma que mi cuerpo, cercano al tuyo, desprende. Cuando despierte, estoy seguro que me dirás el número de suspiros que salieron de mi alma y que tú contaste uno a uno.



Por supuesto, te hubiera gustado tomar prestado mi cuaderno y leer mi visita a la Gran Manzana e imaginar como Cary Grant me sonreía, burlona y graciosamente. Tal vez no ocurriera pero ¿por qué no una cena con él y con Marlene Dietrich? Poseo tantos amigos en Nueva York… Recuerdo, reírme sin parar subiendo en el ascensor de las torres del World Trade Centre, del Lower Manhattan. El ascensorista, un simpático sudamericano, contaba chistes en inglés y Marlene me susurraba al oído que se había mojado las bragas de oírlo. We are not always used to hearing you speak like that in this lift, so thank you my lovely friend” –le dijo ella al ascensorista cuando llegamos al piso 110 de la torre norte.



Entretanto, uno las letras y escribo canciones para cantarte cuando te vea. Dejé la guitarra en casa, pero memoricé los acordes apropiados para esas letras de amor que deseo interpretarte.


Mientras el mar no me ahogue, te esperaré cada uno de los instantes que demores, porque sé que tú vendrás, que no serás capaz de dejarme en la noche que intuyo demasiado oscura. Siempre estuve sólo y nunca encontré a nadie que quisiera permanecer a mi lado en las noches que temo. Sólo fui un cuerpo o mercancía de venta para las personas. Pero cuando te vi la primera vez, supe que tú eras diferente.


Si levanto la cabeza y veo la niebla, me preguntaré que hay detrás. Si escucho algo, pensaré que son los frenos de tu bicicleta al llegar, aunque el temor a extraviarte en la niebla me sobrecoja.

Pero no, la niebla temblará a tu paso y huirá de tu alrededor. El azul intenso de mis ojos será la linterna que te guíe.



Te hablaré de mis sueños americanos, de mis traspiés por aceras atestadas de negros tocando el saxo, de las noches en Broadway y las luces reflejadas en los cristales de Times Square. Vi a un mimo muy delgado, vestido de negro y con la cara pintada de blanco, intentando guardar el equilibrio en los bordillos de los jardines de Central Park.


No llevaba paraguas pero sí unos guantes blancos. Permanecí por unos instantes parado y contemplando su quehacer. Miré mis bolsillos en busca de unas monedas para darle pero él me sonríó, bajó del bordillo y me dijo: “no estoy trabajando, no necesito monedas. Tan solo salto de alegría”.



Yo escribiré con letras de tinta negra los sueños robados por la espera en esta playa de arena densa, espesa, cementada para que no escapes de mi otro sueño. Dos sueños paralelos, increíbles y diferentes. O así al menos lo piensa esta gente que nos mira chismorreando, que nos sonríe y sisea para que no oigamos, aunque son estúpidos y no perciben que aprendimos a leer los labios.


Desnúdate a mi lado, y deja que la arena se meta entre los dedos de tus pies y te haga cosquillas. Siente la acaricia del agua que intenta mojarte junto con la palma de mi mano que te toca mientras te miro.


Vuelve un día a tocarme los muslos como lo hicieras antaño, intentando tus dedos hacerse sitio por mi interior. Hazme el amor sin retirar tus ojos de los míos, …



No entiendo porque permaneces de pie, mirándome fijamente. ¡Siéntate!



Deja, te ruego, de beberte el agua del mar, de barrer la arena, de pintar de amarillo el cielo de la noche. Olvida apagar las estrella una a una, como si de farolillos se tratara.



¡Por dios!, no rompas esta hoja de papel donde ahora escribo sin terminar de leerme, cuando llevo perdidos días y días narrándote mi vida, mis pensamientos y cargando mi papelera de papeles, donde te cuento mis encuentros con Dietrich y Grant para tratar de convencerte, aunque realmente ellos nunca hayan existido.



Construí para ti una ciudad de rascacielos, de neones con cientos de colores y donde hice viajar a los negros de África para que cantaran las misas gospel y te resultara más interesante.



Te suplico que apartes a estas personas que tratan de sujetarme. Sabes que mi enfermedad es el amor, que nunca podría hacerte daño, y que lo único que traté es de retenerte un rato más a mi lado.



¡No! ¡No dejes que me lleven! ¡No impidas que te vuelva a ver!



A final, terminé casándome con Julianne Moore mientras Johnny Depp me prometía regalarme un disfraz de pirata.


Muchos más de mis amigos viajaron de Hollywood a Nueva York en bicicleta para estar conmigo.


La ciudad cobró importancia a mi llegada. Nada había sido igual sin mí, me comentaron.


Nueva York se anima. Cientos de personas se dieron cita en el Teatro Best Buy para escuchar a Meryl Strepp y Kanye West. Mi guitarra lanza unos acordes que enmudece el teatro para romper más tarde ese silencio con ovaciones y aplausos.


Julianne y yo salimos asidos de la mano por la puerta de atrás de los pasillos cercanos a los camerinos. No queremos que todo ese público vestido con batas blancas nos inviten a cenar.



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Locura de un ser vivo

>> jueves, 5 de abril de 2012


Me doy por vencido

cuando entro en el mar y no queda rastro de gotas en mi cuerpo,

cuando inhalo aire y no me llega olor,

cuando tropiezo y no hay dolor,

cuando lloro y estoy seco,

cuando los pensamientos se vuelven monotemas,

cuando la única sensación que queda es la estupidez.


Gané la batalla al miedo,

a la vergüenza de desear lo prohibido,

a la noche oscura que aterraba mis sueños,

a las moscas que me siguen,

a los bares abiertos hasta la madrugada,

a leer entre líneas,

a prostituir mi cuerpo,

a manchar mi calvario.


Ahora convivo conmigo mismo,

con las espinas del último rosal que podé,

con la desdicha del incomprendido,

con el temor a recaer,

con un puñado de llaves y una sola cerradura,

con una mirada y sin palabras,

con un té con sacarina,

con la huella en mi mano de un pecho depilado,

con un florero vacío y tres vasos de vino.


Y pido

que me dejen morir si es mi deseo,

que no me lean en alto por temor al idioma,

que me inviten a una cena,

que las noches no conviden al desvelo,

que me besen más veces

(muero por ello. ¡Qué maravilla el besar!)

que mi número aparezca en el listín,

que me quieran con MAYÚSCULAS,

que los charcos no me mojen,

que al final llegue el principio

y que al principio

siempre estés TÚ.

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Retazos de versos dispersos

>> miércoles, 4 de abril de 2012


Sentado entre piedras

contemplo como termina y muere el día.

Entretanto

mi cuerpo cuestiona

que hacer con ese puñado de tardías ilusiones.

Compruebo la firmeza del escollo,

y me aferro a los salientes por temor a una caída.

Retraso el regreso

por miedo a llegar y no verte

y perder lo ganado

en tantos desvelos.


Sostengo tan poco aire

que se duermen mis manos

como si de poseerte se tratara.

Cierro los ojos y respiro

mientras mi mente me observa errante

tanto tiempo como vida poseo.

Dibujo en el aire

una apertura de entrada a un sueño ya nato,

sin ojos que perciban ya colores;

un sueño que no concibe terminar.


(…)


No escucho rumores en este mar calmo.

Tan sólo espero tu regreso,

tu llamada

para cerrar con llave el cielo

y comprender porque el sueño es eterno,

que no la muerte.


(…)


Mientras,

lloro por el día exánime

y me bebo las lágrimas de mi alegría

para mojar tu desnudez

si acaso

pretendes aclarar mi noche.


(…)


Contigo aprendí

a saltar aún más alto,

a que después de ver un fin

siempre puede comenzar un nuevo acto.


En mi sueño

queda el aroma que no te llevaste,

tus gemidos dispersos en mi cama

y la puerta de entrada

siempre abierta anhelando tu regreso.




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Son los minutos tan cortos

>> martes, 3 de abril de 2012


Son tan largos los días

consumidos los instantes más sagrados,

son los minutos tan cortos

cuando tantas horas has contado.


Son las horas como días,

y los días que no llegaban,

son los planes que se agotan

cuando las semanas se acumulaban.


Son los minutos tan cortos

cuando toda una vida te he soñado,

y es una vida tan larga

sabiendo los minutos ya gastados.


Son las noches tan largas

cuando te marchas de mi cama,

son tan ruidosos los relojes

que suenan en la mesilla de mi alma.


Son los adioses dan duros

cuando no volverán nunca más los holas,

son tan bellas las mañanas

las que a tu lado soñé que despertaba.


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