La playa de Nueva York

>> sábado, 7 de abril de 2012


Cuando regreses de hacer esos kilómetros en bici por ese mundo tuyo que desconozco y que temo preguntar, seguro que me encontrarás en la playa de siempre, leyendo las páginas que escribí cuando estaba en Nueva York.


Cuando llegues, me encontrarás desnudo y acariciado por el último rayo que quede de la tarde. Tal vez, con algo ya de fresco, sentirás mi cuerpo frío. El sol hace tiempo que cambió de color para volverse oscuro y ser intimidado por la luna, reina de la noche.


Y quizás, venciendo a mi timidez, te pida un abrazo para matar ese frío que se impregna en mi cuerpo y juega con cada uno de los poros de mi piel. La espera está resultando larga.


Tus piernas fuertes tras kilómetros de pedales, matarán el gélido momento, mientras sueño con quedarme dormido entre tus brazos. Dejaré mi cuaderno y Nueva York me parecerá lejano, y tú tan sólo desearás que la noche no muera nunca para no separarte del aroma que mi cuerpo, cercano al tuyo, desprende. Cuando despierte, estoy seguro que me dirás el número de suspiros que salieron de mi alma y que tú contaste uno a uno.



Por supuesto, te hubiera gustado tomar prestado mi cuaderno y leer mi visita a la Gran Manzana e imaginar como Cary Grant me sonreía, burlona y graciosamente. Tal vez no ocurriera pero ¿por qué no una cena con él y con Marlene Dietrich? Poseo tantos amigos en Nueva York… Recuerdo, reírme sin parar subiendo en el ascensor de las torres del World Trade Centre, del Lower Manhattan. El ascensorista, un simpático sudamericano, contaba chistes en inglés y Marlene me susurraba al oído que se había mojado las bragas de oírlo. We are not always used to hearing you speak like that in this lift, so thank you my lovely friend” –le dijo ella al ascensorista cuando llegamos al piso 110 de la torre norte.



Entretanto, uno las letras y escribo canciones para cantarte cuando te vea. Dejé la guitarra en casa, pero memoricé los acordes apropiados para esas letras de amor que deseo interpretarte.


Mientras el mar no me ahogue, te esperaré cada uno de los instantes que demores, porque sé que tú vendrás, que no serás capaz de dejarme en la noche que intuyo demasiado oscura. Siempre estuve sólo y nunca encontré a nadie que quisiera permanecer a mi lado en las noches que temo. Sólo fui un cuerpo o mercancía de venta para las personas. Pero cuando te vi la primera vez, supe que tú eras diferente.


Si levanto la cabeza y veo la niebla, me preguntaré que hay detrás. Si escucho algo, pensaré que son los frenos de tu bicicleta al llegar, aunque el temor a extraviarte en la niebla me sobrecoja.

Pero no, la niebla temblará a tu paso y huirá de tu alrededor. El azul intenso de mis ojos será la linterna que te guíe.



Te hablaré de mis sueños americanos, de mis traspiés por aceras atestadas de negros tocando el saxo, de las noches en Broadway y las luces reflejadas en los cristales de Times Square. Vi a un mimo muy delgado, vestido de negro y con la cara pintada de blanco, intentando guardar el equilibrio en los bordillos de los jardines de Central Park.


No llevaba paraguas pero sí unos guantes blancos. Permanecí por unos instantes parado y contemplando su quehacer. Miré mis bolsillos en busca de unas monedas para darle pero él me sonríó, bajó del bordillo y me dijo: “no estoy trabajando, no necesito monedas. Tan solo salto de alegría”.



Yo escribiré con letras de tinta negra los sueños robados por la espera en esta playa de arena densa, espesa, cementada para que no escapes de mi otro sueño. Dos sueños paralelos, increíbles y diferentes. O así al menos lo piensa esta gente que nos mira chismorreando, que nos sonríe y sisea para que no oigamos, aunque son estúpidos y no perciben que aprendimos a leer los labios.


Desnúdate a mi lado, y deja que la arena se meta entre los dedos de tus pies y te haga cosquillas. Siente la acaricia del agua que intenta mojarte junto con la palma de mi mano que te toca mientras te miro.


Vuelve un día a tocarme los muslos como lo hicieras antaño, intentando tus dedos hacerse sitio por mi interior. Hazme el amor sin retirar tus ojos de los míos, …



No entiendo porque permaneces de pie, mirándome fijamente. ¡Siéntate!



Deja, te ruego, de beberte el agua del mar, de barrer la arena, de pintar de amarillo el cielo de la noche. Olvida apagar las estrella una a una, como si de farolillos se tratara.



¡Por dios!, no rompas esta hoja de papel donde ahora escribo sin terminar de leerme, cuando llevo perdidos días y días narrándote mi vida, mis pensamientos y cargando mi papelera de papeles, donde te cuento mis encuentros con Dietrich y Grant para tratar de convencerte, aunque realmente ellos nunca hayan existido.



Construí para ti una ciudad de rascacielos, de neones con cientos de colores y donde hice viajar a los negros de África para que cantaran las misas gospel y te resultara más interesante.



Te suplico que apartes a estas personas que tratan de sujetarme. Sabes que mi enfermedad es el amor, que nunca podría hacerte daño, y que lo único que traté es de retenerte un rato más a mi lado.



¡No! ¡No dejes que me lleven! ¡No impidas que te vuelva a ver!



A final, terminé casándome con Julianne Moore mientras Johnny Depp me prometía regalarme un disfraz de pirata.


Muchos más de mis amigos viajaron de Hollywood a Nueva York en bicicleta para estar conmigo.


La ciudad cobró importancia a mi llegada. Nada había sido igual sin mí, me comentaron.


Nueva York se anima. Cientos de personas se dieron cita en el Teatro Best Buy para escuchar a Meryl Strepp y Kanye West. Mi guitarra lanza unos acordes que enmudece el teatro para romper más tarde ese silencio con ovaciones y aplausos.


Julianne y yo salimos asidos de la mano por la puerta de atrás de los pasillos cercanos a los camerinos. No queremos que todo ese público vestido con batas blancas nos inviten a cenar.



1 comentarios amigos:

© José A. Socorro-Noray 8 de abril de 2012, 15:17  

A veces es necesario beberse
todo el agua del océano
y apagar una a una las estrellas
en el fondo de nuestra mirada
para que muera la noche
y llegue de nuevo el alba.


Un fuerte abrazo.


PS: Se podría hacer un corto muy interesante con este texto.

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