La chica de enfrente

>> domingo, 26 de diciembre de 2010


Era la chica de enfrente.

Miraba cínica e inquieta

con su ventana abierta,

medio desnuda

y sin peinar.

Nunca supe su nombre

aunque la descubrí en varias ocasiones

fumando las colillas

que encontraba pisadas en la calle.



Observaba, creo,

los excrementos que dejaban

las palomas

que se posaban en mi ventana.



Por las noches,

jamás se apagaba la luz en su dormitorio.

Aprendí a jugar

con las sombras que adivinaba.



Ayer tarde,

una ambulancia

recogía el cuerpo sin vida

de la chica de enfrente

estrellado contra el suelo.



A lo lejos,

se escuchaban villancicos…




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Ya casi es Navidad

>> martes, 14 de diciembre de 2010


Ya casi es Navidad y el cielo resplandece como en el más despejado día de verano. A pesar de las gafas que me cubren los ojos, esta luz me termina dañando. El sol me duele tanto como me dolería la nieve si anduviese desnudo al amanecer por los prados del invierno. A este lado del calendario no hay tradiciones ni confabulaciones. Sólo silencio y luz, kilómetros y kilómetros de mar por navegar, y un saco pleno de nostalgias.



Dicen, que ya casi es Navidad. Las cosas parecen tan simples... Pero no lo son tanto. Tan sólo la estupidez de la sordera y la ceguera de los cerebros nos hacen verlas así.

Cuando se pone el sol, descubro el resultado de tanta estupidez. Ni siquiera se la llevó el alisio.


¿Inventaría el belén aquel que me apuntaba? ¿De dónde salieron esos sacos de polvos blancos congelados, para que imiten mis huellas en cada paso que doy o resbalen mis ilusiones? ¿Quién conoce la alegría que contagia el portal si aún me duelen los puñales que me clavaron antaño?



Vivo entre la farándula y los papeles de colores que envuelven mis regalos; tengo un árbol lleno de luces fundidas o monocolores, y debajo de éste, aparece el agua de la gotera de mis ojos.



No hablo de tristezas, ni penas ni glorias, ni malas ideas. Yo, como casi todos, tengo las jorobas cargadas de paquetes y más dientes que nunca para las sonrisas de mi boca. Pero escupo las flemas que a lo largo del año se me quedan pegadas a la garganta. Es parte de la enfermedad.



Dicen, que aquí nunca existió la Navidad. Por si acaso, te deseo MUCHA FELICIDAD.




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Gupo 2

>> domingo, 12 de diciembre de 2010


Posiblemente, soñara una irrealidad. Lo cierto es que Gupo despertó mojado y nervioso aquella mañana. No atinaba a ponerse las gafas y escribir en su diario todas las palabras que su cabeza recordaba.



- ¿Qué podría hacer para recuperarte?



- ¿Acaso sientes que me has perdido?



- Sé que te estás yendo poco a poco.



- Sí, es verdad. Me fui perdiendo entre la bruma de la aurora que invento para ti.



- No sé que hacer. Me encuentro solo y pierdo tu estela… ¡Tengo miedo!



- Busca dentro de ti y sabrás que hacer. Allí está la respuesta.



- Sin ti no soy nada… pero apenas ya te huelo.



- Sin mí eres mucho… Y no estás solo. Mi olor se ha confundido con el salitre del mar; por eso ya no puedes olerme.



- … te vas…


- Estoy triste porque estás lejos. En el andén, oigo la última llamada para tomar el tren. No estás sentado en el banco de la estación.



- Me levanté para buscarte, porque te ibas… y me perdí entre la niebla.



- Sale el tren. Nunca te vi.


- Lloro porque te vas.



- Tal vez algún día tome de nuevo este tren y regrese, aunque no tengo la certeza que se detenga de nuevo aquí. ¿Por qué me dejaste ir? ¿Por qué dejaste que me perdiera en esa inventada distancia, en la neblina del mar, en los amaneceres, en las tazas de té compartidas, entre calles solitarias?



- Nunca dejé de adorarte. JAMÁS… pero sentí que no deseabas volver a escuchar poemas de mi boca.



- Siempre anhelé escucharte, tocarte, olerte, besarte, amarte… Ese ha sido mi mayor anhelo.



- No lo sentí así… pensé que me encontraste marchito, como aquella flor que sembramos y hoy muere…



- No, no fue así. Siempre fuiste una brillante luz para mí, capaz de iluminar cada rincón de mi día a día.



- Entonces, ¿por qué no te sentía?



- No lo sé. Tal vez te olvidaste de mí, dejaste que me robaran de tu lado.



- Sería un descuido.



- Te quiero tanto que no podría olvidarme de ti.



Gupo había nacido gordito, miope y con un agujero en su oreja izquierda. Siempre creyó que nadie le querría. Hoy, en su adolescencia, soñaba y soñaba con ese amor imaginado de una vieja fotografía.




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Cuando te haga el amor

>> martes, 7 de diciembre de 2010


Cuando te haga el amor,

iré descubriendo tu cuerpo

como ahora intento descifrar y descubrir tu alma.



Cuando te posea

quiero que seas el reflejo de lo que tus ojos me dijeron,

lo que tus manos en mí observaron,

la humedad de tus dedos,

cuando no me encontraban.



Si estoy en ti y mueres,

quiero

que adornen tu tumba con pétalos de mis lágrimas,

para que resbalen,

por la losa de nuestra ahogada pena.



Cuando te haga el amor,

cuando te posea…




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Abandono

>> domingo, 5 de diciembre de 2010


Mi corazón ya no me pertenece.

Supe que me abandonaba

desde que sentí la primera punzada.



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Soy, me siento tan frágil...

>> viernes, 3 de diciembre de 2010


Soy,
me siento tan frágil...

Los instantes que mi cuerpo de cristal cree mecerse
en la palma de una mano
y teme caer,
me debilitan.
Los añicos nunca podrían repararse.
Es mi muerte,
por que soy,
me siento tan frágil...

Temo un corazón que deje de luchar,
cansado de vivir,
pero palpitando con fuertes impulsos.

Hoy,
mi corazón ya no es mío.
Temo un
corazón robado.
No puede latir.

Soy,
me siento tan frágil...

Quizás mañana haya dejado de vivir
y ¿qué haría con mis ansias,
mis sueños
y mis deseos?
Soy,
me siento tan frágil...


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Mi vida sin ti

>> martes, 30 de noviembre de 2010


Mi vida se abre contigo,

comparto sueños,

pensamientos...

No cabe en una sola alma, un único dios...

Y por ello necesito un aliento tuyo,

para agrandar ese hueco que para ti poseo...

Eres sangre de mi corazón,

inmensidad y lejanía en mis noches.

Necesito ese calor que me prenda y me haga sentir menos solo.



Contigo celebro tanto las mañanas como las noches. El día.

Al fin y al cabo, tú eres ahora mi instante.

Naciste para ser mi cielo azul de madrugada,

esa taza de café humeante,

ese cigarrillo mal apagado,

los pasos perdidos en las calles viendo rostros que no son míos.

Que no son tuyos...



Dame ese calor, mi vida.

Dame ese grito que haya de salir de mi boca para no ahogarme.
Hazme sentir que nací para algo,

para tenerte,

para, ...

al menos...
...al menos,

déjame besarte...



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Breves

>> domingo, 28 de noviembre de 2010


Han ido corriendo los minutos

y no se palpa el instante para que aparezca la noche

a pesar que acaba de amanecer.

Sólo espero que me llegue el sueño

para guardar las palabras tristes.

Por una vez,

me cansé de ver amanecer.



Y mientras,

oigo el latido de tu corazón por la cerradura,

y

te huelo,

en este trozo de noche.


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Laberinto

>> sábado, 20 de noviembre de 2010


Lluvia y melancolía se daban la mano aquella tarde, con vistas a la ciudad de un impronunciable nombre. Precisamente, había uno que me comentó que jamás saldría nuevamente el sol. Pero yo, que era muy inteligente, no le creí… La lluvia pararía si acaso se secaba el mar.

El laberinto, era un bello refugio para los días de soledades infinitas. Allí escondido, era capaz de leer tres libros seguidos sin mirar al cielo. Y si acaso en algún momento dejaba de llover, yo no era consciente, pues me perdía siempre entre los caminos inciertos del laberinto y las palabras en tinta negra que aparecían en las páginas.

Había bellotas entre las hierbas que cubrían el suelo. Más de una vez me hicieron resbalar, aunque tampoco perdí nunca mi tiempo en preguntar de donde habían salido.



¿Quién era yo? Era un hombre con cincuenta y algún años, apenas calvo, que hablaba del amor a solas, empleado de gasolinera y que leía poesía. Era una mezcla rara, decían. Pero yo, incluso en esta tarde de lluvia y melancolía, con un sol incierto en mi vida, era completamente feliz.

Recuerdo haber tenido un amigo. Ahora no retengo en mi memoria su nombre. Un día, no volví a saber de él. Quizás aún siga vivo. Si recuerdo sus ojos y su hermosa sonrisa. Nunca vi sonrisa más bella. Creo que durante el tiempo que duró su amistad, nunca desapareció el sol, pues todo tenía más brillo.



Había veces, que tenía que preguntar para saber en que mes estábamos. Para mí siempre era otoño, mi estación favorita. Yo nací en otoño. Eso no lo recuerdo, pero mi madre siempre se encargó de repetírmelo cuando era pequeño. En el paisaje de mi vida, siempre hubo hojas amarillas, mojadas y pisadas, mientras me dirigía hacia mi laberinto. Mi sentimiento estaba ligado al olor de las hojas mientras yo creía que todas las canciones hablaban de mí.



Así llegó mi etapa de adolescente, donde apareció la primera y única novia que tuve. Elena me regaló mi primer libro de poesía. Recuerdo que era de tapas verdes y duras, muy fino y de versos rimados. Yo apenas lo abría. Me gusta contemplar la fotografía de la portada. Y ella era la encargada de leerme los poemas.

Un día, Elena no vino a casa. Mi madre dijo que la olvidara, pues seguro que se había cansado de mí. Yo, triste, me refugiaba en el laberinto y colocaba su libro en mi bolsa. Siempre esperaba que regresara y siguiera recitándome poemas.

La tarde que comenzó a llover, encontré el lazo rosa de su vestido en el jardín, sobresaliendo de la tierra donde mi madre había plantado su último arbusto.



Desde el día que encontré el lazo de Elena, no ha dejado de llover. Creo que ya son unos treinta y pico años de lluvia y melancolía. De felicidad y humedad, leyendo libros en mi laberinto.



A veces me pregunto, si aquel amigo que tuve estará junto a Elena. También pienso, si algún día morirá mi madre.



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Poesía

>> lunes, 15 de noviembre de 2010


La poesía, encontrada entre ramada, como tela de araña, pegada a mí e indeciso me acerco a recitarla, intentando crear gestos en mis labios que me expresen esos pensamientos opacos del poeta.


¡Oh, poesía! Indeleble trance para una vida rimada, sin dedos que palpar las letras tan bien bordadas. Pensamiento mío en conjunto con los suyos, que me hablan y le cuento, que nos ahogamos… Ese aire necesario para terminar la estrofa…


¡Oh, poesía azul de poeta muerto! Si llenaras de vida su cuerpo ya yermo donde antes hubo tanto amor… Muerto el poeta, vive el poema… Absurda vida que contempla pasar a los natos y desfallecen en cada muerte.

Quedas cual estrella en el alto firmamento, poema. Recitado décimo de estrofas cargadas de vida. No hay cielo que soporte tanta luz… mueres estrella fugaz.

Arrastras mi poema.



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Estoy para ti

>> miércoles, 10 de noviembre de 2010


Nada terminó.

Permanece intacto, con justas dosis para inhalarte,

sentirte y saberte.

Leer letras que te corresponden,

jugar con números

y traspasar los límites de un sexo escondido.

Te veo

y basta para saber que me recuerdas.

Estoy para ti.



Nunca sudarás en mi cama

como sé que jamás mis dientes destrozarán tu boca.

Pero al nacer

ya me regalaron una partida ganada.




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La tormenta

>> domingo, 7 de noviembre de 2010


¿Miedo dices? A esto no has de tenerle miedo. Tan sólo ha sido un cambio brusco de color en el cielo. Un cielo que amanecía claro, salpicado de humos de aviones confundidos con nubes y que de repente, una combinación imposible de azules oscuros cambian el panorama de la mañana.


No temas. Los ruidos de fondo no llegan a ser erupciones de ningún volcán. Son truenos lejanos que forman parte de este sucio cielo. Sube el volumen de la música; consigue que Barbra Streisand siga con el tono más alto de su voz.


Cierra la ventana, pero no corras las cortinas. Quiero ver como el viento mueve las ramas del árbol vecino y como me defrauda el cielo cambiado.

El silencio de la calle se incrementa. No sé si es la canción de Barbra Streisand, los truenos cada vez más cercanos, o que en cada uno de los paréntesis de estos, es cierto que nace el silencio. Me sobrecoge. Pero no, ¡NO ME DIGAS QUE TIENES MIEDO!



No te vayas, tan sólo es una tormenta.

Defínela como una paleta de colores oscuros y obras sin terminar de una ciudad, si acaso es que quieres quitar mi música y correr las cortinas.


¿No recuerdas ya nuestros veranos de antaño, cuando las tardes quedaban interrumpidas por las repentinas tormentas? Si, cierto que nunca hubo tal oscuridad, pero… ¡tenemos luz!


Mira el cielo. Ni un ápice de azul. Si acaso encontrara una sola estrella, creería que ha llegado la noche. Y a pesar de chocarme en cada esquina, aún sé que es temprano.


¡No!… No tengas miedo. ¡NO TENGAS MIEDO! Fue un trueno mayor que los anteriores, pero no significa nada.


Llueve, si acaso a esto podemos llamar lluvia. ¡Diluvia!


Siempre quise correr desnudo por la calle, bajo la lluvia. Siempre deseé lamer un cuerpo donde corriesen las gotas. Pero hoy la lluvia duele. El agua no consigue ser transparente con esa oscuridad absoluta del cielo. ¡Maldito cielo! ¡Este no es mi cielo!


¡Canta Barbra, canta bien fuerte! No dejes que esta tormenta nos asuste.



Ven, acércate a mí y agarrémonos. Túmbate a mi lado, y busca entre la oscuridad mi cuerpo. No tengas miedo, tan sólo es la tormenta la que te atormenta.


¡No! ¡No y mil veces no! Ese rayo que ilumina la estancia no conseguirá cambiarte el rostro. Hoy, más que nunca, quiero estar contigo.


Hoy, más que nunca, sé que tan sólo es una tormenta.




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Permanece intacto

>> viernes, 5 de noviembre de 2010


Desprendes el olor
del primer encuentro,
lazos blancos,
rizos
en tu cabello,
quizás confundidos
por copos de algodón.

Tratas de hablarme
e intuyo que tu mirada
me traspasa,
me pesa,
me odia.
Desgraciado momento aquel
cuando la soga de lo inevitable
rompió nuestro gran instante.

Y hoy mudo,
te imploro,
y huelo
el aroma de nuestro primer encuentro.


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Cuando de masculinidad se trata

>> domingo, 24 de octubre de 2010


Cuando de primaveras se trataba, o del mar, o acaso de miradas de soslayo al cielo, me dabas la mano. Cuando los secretos se amontonaban en nuestros cotidianos días y ninguno de los dos llegó a encontrar la llave, me mirabas en silencio sabiendo que te entendía.

Si acaso te marchabas y yo me quedaba hasta el final del ocaso, pidiendo el deseo de una interminable noche –siempre a tu lado, regresabas.

Cuando unos lo llamaban debilidad y nosotros pensábamos que eso era ser feliz, entonces entendíamos que la sensibilidad era universal. El hombre era más hombre, nosotros éramos más hombres que aquellos que quemaban sus ratos entre gritos, suciedad y alcohol barato. Éramos más hombres –aprendimos-, porque habíamos logrado proyectar esos instantes diarios de felicidad, sin miedo a discernir entre diversos azules o el pánico a ahogar versos entre lágrimas.

¡Qué feliz siendo hombre!



Me invadió una especie de vértigo al saberme afortunado y compartirlo contigo. El saberme más hombre que aquellos que trataban de contaminar mi mundo.

Ahora, tú eras capaz de llorar, desnudo tu torso, en mi hombro. Sin dudar ni un instante de tu virilidad.



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No me pidas que me calle, si no sabes lo que siento

>> jueves, 21 de octubre de 2010


No me pidas que me calle, si no sabes lo que siento.

Decirte una vez más, no es crucificarte en la tarde,

aunque mis ojos formen parte de ella

y la certeza de mirarte

conviva desde el alba al oscuro e incoloro ocaso.



El día nació bello para ambos,

azules jugando con matices,

cielos que se rompen,

brillos del sol en el agua.

Los abrazos y los besos que me lees

¡No! ¡Basta!

no me robes tanto las frases

y abrázame.



Palabras arrebatadas al instante

que duelen y no se piensan,

y ahora

no me pidas, por favor, que me calle, si no sabes lo que siento.

Lo dicho volando al cielo,

confundido entre las nubes

y ese amor

que se muere todo el tiempo.

¿Cuándo podré leer tu poesía inacabable

que aún no comenzaste?




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Esa necesidad de escribir

>> viernes, 1 de octubre de 2010


Nunca había soportado el peso de tener tanto que escribir y tan pocas palabras para hacerlo.
Cual fusta, no me habían restregado el largo látigo tan dolorosamente por la espalda y a la vez tan placenteramente.

Jamás antes soñé tanto sin amar,
ni había deseado matar un deseo por el placer que producía.

Nunca imaginé que un día con una noche de palabras
fueran a ser alimento para el hombre.
Y hoy siento un apetito voraz...
Ya sé que la palabra alimenta y el hambre llega cuando hay silencio.

Tengo tanta necesidad de escribir
como la que pueda sentir el cielo de la luna al caer la noche,
o el cachorro de la madre ente el peligro.
Urge prolongar las horas hasta agotarme,
sin que existan relojes que callen.
Deseo que nuevamente
alguien me escuche y me diga que me conoce.

¡Ven!

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Imágenes

>> jueves, 30 de septiembre de 2010


Me bastan dos de los cinco sentidos

para morir por un orgasmo

cuando mi tacto tantea tu piel

y huelo el vaho de una escasa distancia.

Quedé ya ciego

al mantenerte estoico la mirada

y sordo cuando pronunciaste mi nombre.



Al besarte,

me supiste a vida.

El pánico me sobreviene

si en un nuevo día no te recuerdo

o no te nombro,

o acaso el humo de un instante

me aparta del hilo que me une a ti.



Por besarte,

jamás me supieron ya otros besos.

Mis labios forman parte de la noche.




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Libro en blanco

>> martes, 28 de septiembre de 2010


Nada peor

que una palabra olvidada en un libro vacío,

sin hojas,

como un otoño incoloro.

Perdido.



Nada peor

que sea tu palabra,

aquella que me dijiste

y olvidaste

y yo recuerdo pero tú ya no deseas decir.



Lloro por esa palabra,

que se queda con el tiempo

seca de letras.




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Frases

>> domingo, 26 de septiembre de 2010

Las frases permanecen escritas, cientos de ellas,

y no me dicen nada.

Siento que piensas que estoy muerto,

y eso me entristece,

mientras sigo buscando una palabra que te defina.

Las imágenes imborrables de mi cabeza

siguen perdurando borrosas,

y tu presencia

me empapa la ausencia de hoy.



¿Por qué ese empeño

de que cada una de las dolorosas espinas de una rosa

se clave en tu hueco silencio?

¿Por qué ese empeño?

¿Acaso no recuerdas que la sangre

es roja?



Hoy, más que nunca,

me gustaría no ser yo,

y sentir como un día pudo también sentir una hoja verde

antes de caer del árbol,

o nadar perdido como nada el pez.



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Tabaco de liar

>> jueves, 23 de septiembre de 2010


Me quedan restos de aquello que no dije

y hoy envuelvo en trozos de papel cortado.



He resistido mucho tiempo

y tú mientras continúas liando tabaco hasta el amanecer.

Yo te miro.

Siento que hablo con el trigo

mientras la uva no termina de madurar.



Muchas veces me sentía muy mayor,

como si hubiera vivido toda mi vida,

como si ya la hubiera gastado.



Amanece,

y sigues liando tabaco

mientras mis ojeras crecen si te miro.



Y callo.



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Eco

>> miércoles, 22 de septiembre de 2010


Me pides

seguir viviendo creyendo amar,

cuando sólo vivo del recuerdo del amor.

Escucha el eco

¿no lo sientes?

Eco del amor.

Cual flor que necesita ser regada cada día

como gota que moja en noche de lluvia.

Eco.

Explosiva situación, réplicas de un revólver,

sólo amor.

Concepto noble. Palabras que un día se perderán.


No encuentro razones para hacerlo,

ni momentos para dejarlo.

Instantes plasmados en un solo día.


A Charlie, por regalarme palabras y enseñarme a regarlas.



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