Locura de un ser vivo
>> jueves, 5 de abril de 2012
Me doy por vencido
cuando entro en el mar y no queda rastro de gotas en mi cuerpo,
cuando inhalo aire y no me llega olor,
cuando tropiezo y no hay dolor,
cuando lloro y estoy seco,
cuando los pensamientos se vuelven monotemas,
cuando la única sensación que queda es la estupidez.
Gané la batalla al miedo,
a la vergüenza de desear lo prohibido,
a la noche oscura que aterraba mis sueños,
a las moscas que me siguen,
a los bares abiertos hasta la madrugada,
a leer entre líneas,
a prostituir mi cuerpo,
a manchar mi calvario.
Ahora convivo conmigo mismo,
con las espinas del último rosal que podé,
con la desdicha del incomprendido,
con el temor a recaer,
con un puñado de llaves y una sola cerradura,
con una mirada y sin palabras,
con un té con sacarina,
con la huella en mi mano de un pecho depilado,
con un florero vacío y tres vasos de vino.
Y pido
que me dejen morir si es mi deseo,
que no me lean en alto por temor al idioma,
que me inviten a una cena,
que las noches no conviden al desvelo,
que me besen más veces
(muero por ello. ¡Qué maravilla el besar!)
que mi número aparezca en el listín,
que me quieran con MAYÚSCULAS,
que los charcos no me mojen,
que al final llegue el principio
y que al principio
siempre estés TÚ.
1 comentarios amigos:
Jamás te des por vencido.
Sería como morir con los ojos abiertos.
Otro abrazo.
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