Me gustaba su aliento.
Quizá por ello tendía a devorar su boca,
boca ya marcada por besos que no eran míos
y que mi lengua trataba de borrar.
Amanecía tan de repente,
que no me daba tiempo a terminar de soñar,
y los azules de mi mañana
se tornaban turbios si no alcanzaba su boca.
Me encantaba tentar a la suerte
y salir desnudo a la terraza
para ser abrazado por el sol.
El mar, de fondo,
sonaba como las cuerdas de mi guitarra,
esas que acariciaba en tardes de aburrimiento.
Si no estaba,
dibujaba labios rojos en trozos de papel
y los dejaba tirados
por el suelo.
Así nunca olvidaría mis deseos
de tener su boca pegada a la mía,
porque
me gustaba su aliento.
Foto: "Desnudo" José Luis Zúñiga.
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1 comentarios amigos:
El deseo siempre vuela en el sueño
de besar unos labios perdidos
donde duerme el alma.
Dicen que el alma
se esconde en el aliento.
Otro abrazo.
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