Jaquecas
>> sábado, 7 de diciembre de 2024
El dolor de cabeza, George Cruikshank |
Él estaba solo. Yo estaba solo. Sólo en ocasiones las charlas sin final nos unían por unas horas.
Un día me llama para decirme: estoy mal, la cabeza me estalla.
Ofrezco mi ayuda, pero él es demasiado independiente para aceptarla.
Sin más, y recordando que guardaba la llave de su casa que un día me dio a guardar, entré silencioso rompiendo su privacidad con mi botiquín de emergencias.
Él aparecía ante mí estirado en la cama y con la almohada tapando su cabeza. El dolor parecía que le vencía. Saqué mi droga más potente y, ante su asombro, le hice tragarla con agua. Quedó dormido –quizás desmayado. Sabía lo que vendría a continuación así que busqué por la casa un cubo y me acerqué a su cama. Al rato, tal y como esperaba, sus vómitos oscuros salieron de su boca a borbotones. El vino acumulado en su interior tras nuestro último encuentro, le había producido la mayor jaqueca jamás contada.
Quedó nuevamente dormido y así quedaría por unas horas.
Aproveché y, sacando varias cosas de la nevera, cociné para él una sopa. Sería su mayor reconstituyente.
La mesa quedó preparada -esta vez sólo agua, nada de alcohol. Una nota apoyada en el plato le decía que calentara la sopa y la tomara a pequeños sorbitos.
Me fui y cerré la puerta con la misma llave con la que había abierto.
Al día siguiente, nos encontramos a las cinco y media de la tarde frente a su puerta. Él me preguntó nada más fuerte por esa maravillosa droga.
©Hisae 2024
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