Decía que no podía,
pero mentía
porque sí quería.
Y se quedaba más tarde solo llorando,
sentado en el bordillo de la acera, lamentándose.
Y eso un día y otro,
y otro más,
y otro,
hasta saber que secaría sus ojos,
y lo peor,
sus labios sin los suyos...
Insistía
que perdía el día si no venía,
que nada sería igual,
pero mentía
temiendo saber que por ella
hasta de dar su vida
capaz sería.
Y un día
de la pena que sintió supo,
que era la última vez que la vería,
sola,
partiendo con su vida
y dejando su charco llorado él
sabiendo que sin ella moría.
Y así
él perdió su vida,
aunque no quería.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios amigos:
Publicar un comentario