Y reverdece tu propia luna
cuando piensas en primaveras aunque el otoño sople
y te lo recuerde constantemente con hojas en tu puerta,
y de último invierno
aún conserves un bote lleno de piropos.
¡Pero que linda
está la luna tan verde! -te dices,
como si tú misma pintaras de añil los cielos
y de amarillo los soles,
para que tu luna luciera aún más verde.
Y cuando los hombres te miran
no te mienten,
pues te sabes bella y lo gritan,
y vuelve a ser una y otra vez primavera,
cuando sonríes
y ríes
y les das la mano a unos y a otros besas
para que se sonrojen,
aunque tú salgas corriendo
a ver tu luna
que sigue verde
y continúes sin abrir tu bote de piropos.
Y se ennegrece tu propia luna
cuando te inventas que la vida es más que eso,
e ignoras si los gritos que escuchaste en la mañana
eran de dolor o quizás de jolgorio adolescente,
pero te lanzas decidida
a que si te veo y no me acuerdo,
aunque el café quede frío,
porque rezas a tu diosa favorita
para que te conserve tu atípica belleza
y para que nunca,
nunca, nunca,
el bote de los piropos se rompa.
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5 comentarios amigos:
Me llevo un piropo!
La luna verde, ahí está nuestro secreto. Un abrazo. Franc.
Es necesario, hoy más que nunca, que siempre sea primavera.
extraño tus posts :(, siempre reviso s has subido algo nuevo
Thank you so much, Lars.... Volveré...
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