Pobre Papá Noel

>> sábado, 1 de junio de 2024


 Y llegó junio. Un mes cargado de flores que comenzaban ya a marchitarse con los primeros calores, unas tardes más largas para compartir con amigos en terrazas plagadas de gritos de niños correteando entre mesas, madres que gritaban a esos niños y padres que pasaban de ellos y ellas para seguir eructando tras varias cervezas consumidas. Amigos sin niños con esos padres, también consumiendo, en esas maravillosas tardes de junio.



Y llegó junio, mientras Papá Noel terminaba –o no- de morir colgado, no se sabe si acaso del cuello, en aquella terraza que tanto necesitaba limpiarse. Quizás era un castigo divino por no traer los regalos acordados a los niños menos favorecidos o tráfico de influencias o cualquier otro delito cometido y de los cuales ya hoy estábamos tan acostumbrados. No hay que olvidar que Papá Noel era funcionario, aunque nunca se hablaba de ello y, quizás reivindicaba un aumento como tantos otros que desafían al gobierno, dejándose morir lentamente en esa terraza y a la vista de tantos sorprendidos que, como yo, no dábamos crédito por verlo aún colgado casi en verano mientras las camisetas de hombreras ya circulaban por las calles.



Y llegó junio. Aún con las mañanas frescas, al levantarme, subía la mirada hacia la terraza de los vecinos y, un Papá Noel ya calvo, sin gorro, y con un traje más naranja que rojo, permanecía callado mirando a la pared. No sabría decir si respiraba, aunque intuía que sí, pues de otra manera alguna de las autoridades del gobierno habría enviado al juez de guardia para el levantamiento del cadáver. Una cosa me quedaba clara, este Papá Noel no aguantaba colgando otros seis meses hasta Navidad. Quizás el cordel que lo sujetaba sí, porque una madrugada, al estirarme para intentar cortar la cuerda, me di cuenta que estaba sujeto con una brida de nailon. Pero de aquí a seis meses, lo único que quedaría sería un traje desteñido inespecífico colgando, pues este pobre hombre estaba sequito, pálido y sin pelo.



Me pregunto que debe de sentir un Papá Noel en desuso. Cuál es su cometido cuando, una vez pasada la fiesta de reyes, continúas mes tras mes colgando de una terraza, cogiendo tierra y siendo comido por el sol. ¿Continuará la inocencia de los niños cuando sigan viendo ese pingajo colgando, cuando en los meses de diciembre se llenan de felicidad al verlos todos nuevos a estrenar colgados de cada ventana? ¿Continuarán los pobres infelices creyendo en algo mágico, cuando lo único que ven es auténtica basura olvidada de un cable en la terraza?



Y llegó junio, y no me he decidido aún si hablar con los vecinos para recordarles que ya pasó la Navidad, la Semana Santa y llega el verano, para que Papá Noel descanse por fin en su caja de cartón hasta la próxima Navidad. No me decido. Y es que ellos también tienen un niño, y no quiero romper la magia que provoca Papá Noel. Ese Papá Noel calvo, sin gorro, de color naranja, sucio,… Papá Noel de los pobres, le llamo yo…



Y llegó junio, y tengo el propósito de, si la próxima Navidad sigue ahí, adoptarlo. Será mi buena acción de Navidad.



©Mario M. Relaño

2 comentarios amigos:

Charlie A Secas 1 de junio de 2024, 21:45  

Es horrible lo del Papà Noel. Menos mal que has dicho lo de las camisetas con hombreras, eso lo relativiza todo. Locomía al rescate de la Navidad. Pura literatura.

TORO SALVAJE 2 de junio de 2024, 6:49  

Ahí sigue... tremenda imagen.

Qué gente...

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