Lo que da de sí una cama vacía

>> domingo, 23 de agosto de 2009

La noche era calurosa. Era noche de verano.
Pasé a buscarte y conduje por unas pistas de tierra, bajo la oscuridad más envolvente provocada por la noche. Nos guiaba la luna, llena de esplendor al ser llena, pero demacradamente pálida. Luna enferma en cielo salpicado de penumbra.

Quisiste asirme la mano mientras conducía. Yo no te puse obstáculos.
Allí estaba el mar delante de nosotros. Un mar oscuro, negro tal cual la noche. Un mar solitario, acompañado ahora solamente por ti y por mí que contemplábamos en silencio tanta oscuridad.
Descendimos a la playa. Era ésta inmensa, de arena dorada durante el día y sin color durante la noche. Las diminutas olas eran tan tímidas, que apenas ronroneaban un bisbiseo y la escasa espuma moría en el intento de blanquecer la arena.

Tu boca estaba callada. Seguías en silencio, y me apretaste aún más fuerte la mano. Creo que te gustaba la estampa de la noche. Ni siquiera encendiste el cigarro que dejaste olvidado entre tus labios.

¿Caminamos? -te pregunté.
Caminemos -me respondiste.

Y agarrados de la mano comenzamos nuestro paseo, descalzos, dejándonos mojar por las calladas y cómplices olas que se aproximaban por momentos a la orilla. Kilómetros de arena se extendían a lo largo de nuestro recorrido. Y sólo tú y yo éramos dueños en ese momento de la playa, de la noche. Tan sólo con la connivencia de la luna.

Por provocación de la noche y jugando con el mar, decidimos darnos ese baño de verano. Nos desprendimos de la poca ropa que aún llevábamos y desnudos, nos sumergimos en el agua fría. Gritábamos. Pero no era por el álgido océano, sino más bien por la emoción de sentirnos libres y felices, por el entusiasmo del nerviosismo del momento.
Nadé para acercarme a ti. Y a tu lado, me abrazaste. Fue dentro del agua donde recibí tu primer beso, un beso tranquilo, largo y sin prisas, reconfortante, a la vez que nuestros brazos se esforzaban por no soltar nuestros cuerpos. Proyecté imágenes en mi cabeza haciéndote el amor dentro del agua. Estas reproducciones sólo quedaban en mi cabeza mientras disfrutaba de aquel beso.

No sé como llegó la luz del alba, pero nos sorprendieron los primeros rayos del sol tumbados en la arena y abrazados. Creo que sentimos un instante de frío al amanecer, pero nuestros besos nos protegieron...


Pronto me dolió nuevamente, el frío que provocaban las sábanas frías de mi cama.





8 comentarios amigos:

OniRik Girl 24 de agosto de 2009, 6:00  

me gusta como escribes, hermosa noche, lastima k solo fue un sueño.

Cemanaca 24 de agosto de 2009, 13:02  

Mi niño !
No me puedes emocionar de esa forma durante todo ese paseo
para luego precipitarme hacia un final vacio y solo...

Buena semana.
Saludos conversos.

Anónimo 24 de agosto de 2009, 19:44  

Demasiado hermoso para ser real, aunque podría serlo tal y como lo dices, sin ficción.
Un abrazo
Franc.

Diego A. Tejada Gamboa 25 de agosto de 2009, 5:34  

Hisae, que lindas palabras ni te imaginas lo que me imagine, besos.-

Angel 25 de agosto de 2009, 9:58  

¡Qué románticoooooooooooooo!
¡Y qué cruel suele sernos a veces la realidad!
Besos, Mario!!!!

Terapia de piso 25 de agosto de 2009, 12:07  

Despertar siempre es duro, después de un sueño así, peor.

Un abrazote, Hisae.

José Roberto Coppola

Alfonso Saborido 26 de agosto de 2009, 8:46  

Qué bonito, me ha gustado mucho.
La foto genial, y lo que dices de la cama vacía... ufff, cierto, se convierten tan grandes como un campo de fútbol...

Anónimo 1 de septiembre de 2009, 18:46  

Es precioso cielo, precioso de verdad.

Me ha emocionado porque anoche sin haberte leído todavía, escribí también un texto con el mar y las manos enlazadas.

Jooooo me ha encantado.

Viva la sensibilidad Mario.

Miles.

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