Imagen: Sean Mackaoui
Poesía maltratada por todos aquellos que un día llenaron
sus bocas con ecos de otras bocas,
los mismos que velaron los cadáveres aún no muertos
y adolecían de los que estaban.
¡Malditos aquellos
que llamaron al hijo como al padre
a pesar del llanto de la madre maltratada!
Él ya tenía su varón
mientras la tierra no paraba de sangrar
y los frutos nacían enviciados.
Lo llamaron la revolución del hambre,
de la guerra perpetua y las calles en blanco y negro,
donde morían fusilados los poetas
al grito de libertad
y sus palabras quedaban enterradas de por vida en la
cuneta.
Clamaron algunos que llegaría el día
pero ese día no llegaba,
y el niño seguía llorando
pidiendo pan,
mientras no quedaban ni hojas que arrancar al calendario.
Con las ventanas sucias sin apenas cristales
una sonrisa miraba desde adentro
al tiempo que a lo lejos sonaba el afilador.
Un grupo de viudas acudía a misa de once
mientras el cura gritaba los sermones.
Los libros se leían a escondidas
y las letras se utilizaban tan solo para las oraciones.
Las novias aprendieron a casarse de negro
y bajo las faldillas de la mesa
apenas calentaba ya el brasero.
Pero eran otros tiempos,
donde los poetas estaban en el armario
y el cielo era de color guerra.
Hoy nacen esas poesías
que antaño quedaron enterradas en las cunetas
y el hijo ya no se llama como el padre
y al padre ni se le llama.
Las madres fuman cigarrillos
y los maestros enseñan esto en las escuelas.
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1 comentarios amigos:
Joder, que bueno!!!
Bravo.
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