Es un despiece de notas
en la sonata de una existencia vivida a trompicones
para intentar descubrir si hubo motivo para nacer
o simplemente fui uno de tantos instalado en este lugar
por casualidad.
Las notas siguen sonando lo escrito en su singular
partitura,
entre paredes de un conservatorio casi vacío de
instrumentos.
Al caer la noche,
cuando deja de sonar la última nota y se apaga la luz de
la entrada,
mis instantes de soledad me aconsejan
que no despiece por más tiempo las notas
que fueron creadas para dar consistencia a lo que llaman
existir.
Pero no puedo evitar pensar en el concebir y el conjunto
del amor,
en la función de cada uno,
en el sitio donde estoy
y en las palabras que llevo malgastadas.
Hace rato que cayó la noche,
que yo callo a la noche,
mis oídos ya no escuchan nada más que el interior de mi
cabeza.
Estoy a oscuras y la tinta de mi boli se termina.
Si apoyo la cabeza en la almohada,
me persigue un tipo chepudo, una gorda con un perro negro
y mi desgana.
No puedo cerrar los ojos, no puedo escribir.
Si voy fuera y me siento en un banco, moriré congelado.
El café caliente de la máquina sólo calienta mi lengua
pero no el espíritu.
Salgo fuera
y pregunto a la única persona que convive con la noche
si acaso se pregunta alguna vez por la partitura de su
vida.
Me mira incrédulo y escupe al suelo.
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2 comentarios amigos:
Estimado Hisae; la partitura de mi vida está llena de claves de sol que iluminan mis noches oscuras y dan claridad a días. Damos vuelta la hoja y continuamos con la sinfonía de la vida.
Un fuerte abrazo.
Omar
La sensibilidad no suele estar muy extendida.
Mejor no preguntes a nadie.
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