No creo que se llegara a escuchar llanto alguno
o sonó el viento que dañaba el rostro,
quiero pensar que fue feliz mientras imaginaba
y que sus noches eran largas mientras sonreía.
Miro el mapa y compruebo
cuanto pueden dar de sí sus pasos,
su insignificancia,
y los millones de granos de arena que componen un
desierto,
la fragilidad de la vida en esa inmensa extensión,
la indiferencia de las lágrimas
y lo doloroso que es (imagino) agonizar por la sed.
En esa región distante
donde mora el transeúnte y el muerto.
Al otro lado del mundo
espera un sueño,
que no es real,
que nunca es del mismo color que el soñado.
Estira sus dedos
como para llegar aún más lejos
o como para beber lo que dejó de llorar.
Esos granos de
jable que entran en su boca
ahogan al muerto.
Y no encontrarán sus despojos hasta que pasen días.
No será reconocido pero sabrán del sueño
que una vez más quedó truncado y envuelto en sudor y
arena.
Y tras denunciar y gritarlo,
lo cuento hoy en versos
para que sea una muerte más bella,
y para homenajear al anónimo soñador
y al sueño imposible de tantos.
* Y barro el polvo para afuera,
y cierro la puerta
para poder dormir tranquilo.
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1 comentarios amigos:
Muriendo aquí al lado... en el mar, en el desierto, en cualquier parte...
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