Un semáforo de intenciones

>> sábado, 22 de noviembre de 2014


No soy ni más ni menos que nadie,
ni invento lo que da de sí una tarde,
ni me estremezco al escuchar maullar a un gato
que pasa por allí pero que a mí no me importa.
Estoy solo
y yo solo espero,
mientras a través de cristales
alguien que no conozco habla por teléfono
y un malabarista lanza bolos dirección al cielo.
Yo miro sin saber dónde dirigir esos pensamientos
-el semáforo continúa rojo-
que debería de guardar en la bolsa azul de mis creaciones.
Él sigue hablando y por un momento,
sólo su conversación me interrumpe
al tratar de condimentar palabras.
Después,
todo queda en silencio y decido ser yo el protagonista de mi historia
sin ningún acompañante que desluzca mi propia presencia.
Tras largos párrafos descubro
que el aburrimiento de mi protagonismo
no me da para soñar,
ni incluso siendo compañero del malabarista.
Él colgó el teléfono y se marchó,
uno de los bolos no cayó del cielo
y allí quedo yo solo
con un lápiz casi gastado, un fusil cargado de intenciones
y el semáforo averiado.


©Hisae 2014


1 comentarios amigos:

© José A. Socorro-Noray 24 de noviembre de 2014, 23:19  

A pesar de todo, querido Mario, que nada, ni nadie, te impida jamás soñar.

Un abrazo fuerte.

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