Sólo la veía por la noche,
cuando las farolas se iluminaban de dos en dos por la
calle
y en el cielo flotaban los luceros.
Era la semana de duelo
y ella el duelo lo lloraba con sentimiento,
como viuda joven o madre desgarrada.
Sólo la veía por la noche,
cuando todos esperábamos bajo el balcón y ella,
recién llorada,
nos cantaba una saeta.
Era la semana del luto,
de los pasos y de las flores inodoras,
de los inciensos avejentados
y de altares sobrios.
Sólo la veía por la noche,
en la distancia,
mientras su garganta sacaba las notas más desgarradoras
y éstas flotaban sobre nuestras cabezas.
Era la Semana Santa y,
sólo la veía por la noche,
hermosa bajo su luto.
Próximo el domingo de Resurrección,
ensayaba la corrida de las cinco,
sabiendo que el pañuelo más blanco de la plaza
haría ondear su perfume íntegro
hacia mi rostro
y su mirada
al toro muerto.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios amigos:
Publicar un comentario