Te invito a compartir
lo que nos sobró la otra noche
por hartazgo de tardes sin final.
Te dejo que elijas,
si regar con agua las semillas que dejamos
o podar con calma la paciencia de mi búsqueda.
Tengo pudor al hambre que tanto me provoca,
siento pena de que acabe una vez más sin saciarme,
me quedan ya los dedos de látex
y un corazón de vidrio -tú sí que sabes romperlo-.
Guardo el deseo maltratado
y el banco de mi espera despintado.
Mientras aguardo por un sí de mi agrado,
me crece la barba
y quemo la frialdad de mi cuerpo
con la ceniza de mis cigarrillos ya fumados.
Hoy vacío mis ganas con quejas,
pero la sonrisa perpetua ya tatuada
permanecerá en mi rostro para futuros encuentros.
Y si vuelves, apagaré la radio
-escuchaba a Sabina-
y mi yo será tuyo,
y tu tú
me lo invento.
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