Cuando la morriña me aprisiona,
el olor a lavanda concluye
y la escasez de todo se aviva,
mis versos se enarbolan y tienden a escapar
hasta volverme a quedar solo y ausente de cualquier cosa.
Y yo te escribo una y mil veces
y grita bien alto mi poema,
mientras me atraco a chocolate
y sudo en el desvelo.
Cuando la tinta invisible se agota,
las agujetas de mis dedos me impiden seguir
y mis ojos ya se lloraron todo,
es entonces cuando te llamo
y me informo de si estarás esta noche en casa.
Y sí - me dices-, estarás.
Y corro a la velocidad de un bípedo,
sin tropiezos,
sin miedo a la oscuridad que todo engulle
y meto mis poemas por debajo de la puerta.
Y si acaso dormías, que el deseo de mi poema no te
despierte.
Si soñabas,
que no fuera conmigo, pues yo ya soy parte de tu sueño.
Si lo leías, que sueñes.
Y si acaso te aburrías,
léelo y que su lectura te haga o bien dormir, o bien
soñar.
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1 comentarios amigos:
Creo que compartimos el mismo deseo, querido amigo.
Un abrazo fuerte.
PS: Por cierto, lo del chocolate también me suena.
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