Son como tímidos cascabeles los sonidos que escucho
entre la cortina, la ventana y el resto del mundo,
el tintineo suave que me recuerda que,
a parte de mí,
hay mucho más que me queda y no abarco todo en una sola
mano.
Tan solo son las gotas de una incipiente tormenta de
agosto.
Lo que la lluvia pueda mojar en una sola noche
no es nada comparado con lo que me rebosa por haber
estado
y lo que empapa el mar en cada marea.
Lo que tengo para darle a él,
que me mima en cada puñado de segundos de mi minuto,
en cada respiración entrecortada,
con todas y cada una de las risas que le niego,
es tanto,
que me dedicaré a vivir toda mi vida y mucho más
para entregárselo,
pues no hay vidas que condonen al amor.
Y si acaso hoy termina el día
sin que la lluvia haya hecho caso omiso de mi ventana
abierta,
dormiré feliz,
porque sigue siendo agosto,
eternamente él está a mi lado,
y siempre volverá el verano
aunque suenen cascabeles que llegan
entre la cortina, la ventana y el resto del mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios amigos:
Publicar un comentario