Quise ayudarte a morir

>> miércoles, 6 de mayo de 2009


Agárrame fuerte la mano y déjame que te ayude a morir – dijo con los ojos anegados de agua, viendo como unos espasmos acompañados de sudor le anunciaban su inminente muerte.

¿Por qué se lo arrebataba? ¿Quién se apoderaría ahora de su vida y le arrojaba a él lejos, como si de despojos se tratara?

Uno que muere, es enterrado y empieza a formar parte del recuerdo.

A la vida le sigue la vida, y después, a la vida se le une la muerte.



Sólo te pedí

que me dieses más instantes de felicidad,

regalarme sacos enteros de ramos de laurel y canela,

mientras soñaba momentos de miradas perdidas junto al mar,

o tu campo,

siempre juntos.

Quise trepar hasta lo más alto de tus anhelos,

para verlos, tocarlos y estar contigo.

Caía siempre en mis intentos

mientras morías,

al tiempo que reverdecían mis esperanzas.

Alivio de ese sin vivir

saboreando el momento de una luna parcialmente descubierta

detrás de mí,

mientras tú acaso ya morías.



Agárrame fuerte la mano y mírame. No pasa nada. Dejará de dolerte – fueron sus últimas palabras de despedida. A continuación, cerró los ojos para siempre.






10 comentarios amigos:

Markesa Merteuil 6 de mayo de 2009, 9:53  

Poder estar, poder acompañar en esos momentos, es en ocasiones lo único a lo que todavía podemos aspirar. Y duele, pero no tanto como observar el sufrimiento ante el que nos tenemos que declarar impotentes.

Terapia de piso 6 de mayo de 2009, 11:28  

No deja de doler nunca, lo que pasa es que a veces decidimos dejar reposando el dolor.

Saludos. Hisae.

José Roberto Coppola

Condevolney 6 de mayo de 2009, 18:58  

Bueno, no se puede decir que me he sentido cómodo al leerlo, pero en ello reside lo vivo, el ahora, no es un acertijo, y sin pasado resuelvo la charada y observo fijamente mis emociones descubriendo en ellas algún rasgo de paz que me estremece, quizás porque la duda siempre es una espada de Damocles dedicada a ocupar su espacio reservado en cada momento importante de nuestras vidas.

Un fuerte abrazo encendido, como el farol de mi alma.

Francisco 6 de mayo de 2009, 19:21  

El término Satán quiere decir “me resisto”, abandonarse en ese trance de la muerte soltando la vida poco a poco tiene que ser un paso hacia la paz mas buscada.
Abrazos Mario

Anónimo 6 de mayo de 2009, 21:31  

La desparición física de un ser querido duele... Pero la muerte es algo a lo que inevitablemente todos estamos sometidos. Sentidas palabras amigo!!! Abrazos cálidos!!!

Anónimo 7 de mayo de 2009, 5:49  

Yo quiero morir
sin necesidad de una pistola,
de un caprichoso disparo,
sólo morir con él
por quien tantas veces
he resucitado.

Hol hisae, gracias por dejar el comentario en mi pag web, besos y que estes muy bien

Ruth 8 de mayo de 2009, 21:43  

Será ley de vida, nacer y morir, pero no creo que todos estemos preparados, por más que lo intento no siempre lo comprendo, menos aún cuando llega a alguien que conozco o a alguien que ni tan siquiera conozco.

Que cosas las de esta vida.

Un abrazote

BRILLI-BRILLI 9 de mayo de 2009, 12:28  

Que díficil es afrontar el paso a la muerte,pero tal vez esta sociedad lo hace más díficil.Algo tan natural puede llegar a ser bonito.
Besos

Mia 9 de mayo de 2009, 14:37  

Grande como siempre grandullón!!..
Dos besos o más...

Druid 9 de mayo de 2009, 18:26  

Nunca deja de doler.... supongo que hasta que la muerte propia se une a la muerte...

Apertas.
(Sigo vivo).

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