Es cuando llegan estas fechas de
diciembre, preparados para tirar el calendario que lleva un año colgado de la
cocina, cuando parece que todos descongelan ese corazón helado que guardaban celosamente dentro de su cuerpo amortajado y se dedican a regalar paz y amor
cual angelitos, como si eso quitara el hambre.
¿Qué me queda a mí de la
Navidad y que es ahora la Navidad?
Me queda la ternura del
pasado, el recuerdo, la memoria de una niñez donde la Navidad nos la pintábamos
nosotros del color que soñábamos. Y siempre era hermosa. Aún no existían los
periódicos para nosotros, las malas noticias, ni nuestra madre jamás lloraba
cuando estábamos junto a ella. Nuestra única preocupación era si realmente nos
traerían regalos o por el contrario, carbón.
En el presente quedan unos
tragos de más.
Hoy me he dado cuenta que no
está tan mal esa Navidad de la que siempre he renegado en mi madurez. No ha de desaparecer
como yo pensaba antaño (rectificar es de sabios) aunque algunos nos quieran
robar la mula y el buey. Ha de quedarse por dos razones: primero, por los
niños. Ellos son los grandes protagonistas de la Navidad. Ellos son quien más
la gozan y, nosotros, deberíamos prolongar esa ilusión en el tiempo.
Segundo, porque es en esta
fecha cuando al fin, después de varios meses con el alma encogida en un puño por
la crisis, vemos gentes por las calles, comercios más o menos llenos, oímos
música, ... estamos algo más desconectados del televisor y de los periódicos, y
nos lanzamos a la calle sin importar que el presupuesto sea mínimo, para hacernos
creer a nosotros mismos que todo nos va bien.
Los comercios casi repletos
nos hacen olvidar todos estos meses que llevamos viéndolos vacíos y algunos ya
clausurados. Creemos que la Navidad, al fin, ha solucionado todos nuestros
problemas.
Sí, es Navidad. Por favor, salgamos
a la calle, gastemos, miremos las horrorosas luces que cuelgan de lado a lado,
y creámonos niños al menos una vez más.
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2 comentarios amigos:
Nacimiento de algo nuevo en cada uno de nosotros. Nacimiento de Amor. La tentación de volver a los recuerdos navideños de la infancia. No les des la oportunidad de que hagan contigo lo que pretenden. Que consuman ellos, o mejor dicho, que se consuman y nos dejen en paz.
Un abrazo
Franc
Cierto, totalmente de acuerdo.
Y qué verdadero este detalle: "...ni nuestra madre jamás lloraba cuando estábamos junto a ella".
David
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