La sábana arrugada que se enreda entre las piernas
es señal inequívoca de que el desvelo ronda ya en tu
dormitorio oscuro.
El libro reposa desde hace tiempo en una mesilla
prefabricada de ilusiones
pero nunca terminada,
y las pestañas te piden a gritos cerrarse antes de que
llame el alba.
Los asuntos que te ocuparon el día
se encargan ahora de que se consagren a la noche,
y sientes rabia
por no poder matar de una vez por todas
esa voz en grito que alteró tu yo más de lo que sospechabas.
El estío tampoco ayuda
y es que el aire que entraba por la ventana
hace tiempo que cambió de rumbo
y refresca ahora el dormitorio de tu vecina,
la cual, te consta, duerme desnuda.
Mientras,
piensas que el día fue demasiado largo para cualquier
humano
y que las noches no las inventaron para pensar sino para
soñar.
Las estrellas ya no se cuentan para dormir
como antaño se contaban ovejas.
No es hora de contar sino de soñar.
Y si el sueño no aparece
entonces olvida todo lo que has leído,
porque los sueños no son lógicos y el desvelo insano.
Te pesa la soledad amigo,
siempre es bueno que haya una teta donde asirte cuando te
puede el bostezo.
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1 comentarios amigos:
Quizás, querido amigo, la soledad pesa tanto como pesan los sueños... sobre todo aquellos que nunca pudieron ser cumplidos.
Un abrazo fuerte.
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