No aglomero apenas quehaceres
para que conlleven largas estancias
en este ridículo cubículo que he habilitado
y que me llama a diario
con la intención de crear lo que ya está creado.
Por ello,
sólo acumulo sudor e instantes de desgana
-muertos ya de antemano-
que malgasto sin sobresalto
y que me deprimen según se acerca la congoja.
No hay nada nuevo...
¡Si acaso pudiera reparar desperfectos
para embellecer aún más el mundo!
Nada me piden a cambio.
Tampoco saben que existo,
aunque presiento que nací
para darle un toque de atención a lo ya creado.
Acaso sea cierto que la desgana puede con la traición
y que los papeles que arden en la chimenea
no fueron escritos con tinta
sino con trozos de alma...
Y no muere sólo el poema,
sino también ese alma ya negra
que no alcanza a saber de qué va todo esto.
Y sólo yo,
que me resisto a salir de mi ágora,
veo como muere todo lo que me rodea
y que hace días
creí que era algo y ahora sólo huele a humo...
Soy incapaz de amar mis palabras.
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