Cuéntame,
por qué lo que escribes
recuerda a viejas cartas de amor
que en tu juventud me enviabas.
Dime,
por qué tus letras son del color de la emoción
y las lágrimas que caen solitarias de mis ojos
no empapan las frases
que más marcan el corazón.
Cuéntame,
quién te enseñó a robar almas y venderlas al diablo,
quién te presentó a ese diablo
y con qué mentira te tentó para ganarte.
Cuéntame,
por qué desde entonces
abro el buzón cada diez minutos
y sólo el banco me quiere,
y la única carta que envías
mancha mis manos de negro,
como la sangre sucia.
Cuéntame
cuándo te irás,
si tendré tu misiva de despedida
y si entonces,
-ya viejo-
gastaré el último cartucho de amor
vendiendo barato mi cuerpo.
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