La enfermedad
>> domingo, 22 de marzo de 2009
Fíjate que escribía compulsivamente sin tener una idea preconcebida en la cabeza. Pero en ese momento, el escribir era una necesidad imperiosa. Tuve que hacerlo. Si no me hubiera puesto a escribir en ese momento, creo que me hubiera ahogado. Y es que esto se había convertido en un vicio, o peor aún, en una dependencia. Llegado a este punto, el no escribir era como dejar de respirar. Y entonces empecé a preocuparme. El escribir se había llegado a ser algo aún más importante para mí que el propio sexo. Tuve que cancelar esos ratos de placer carnal que me esperaban esa tarde, para encontrar un instante y escribir, aunque no supiera muy bien qué.
Y oprimiendo con fuerza cada tecla de mi ordenador, al mismo tiempo que mi cerebro le daba la orden al dedo para la pulsación, esa otra parte del encéfalo aglomeraba posibles temas para un texto. Ante el cual, decidí poner un orden.
¿Para qué o quién deseaba escribir? ¿Algo público y publicable? ¿O acaso simplemente palabras sin enlazar, sin más, sólo por el afán de dejar un papel manchado de tinta? Si sólo era un desahogo, podría seguir pulsando con furia las teclas del ordenador hasta que se me pasara esta ansiedad absurda. Si acaso era con afán de escribir algo que leerían los demás, debería decidir primero el tema a tratar. ¿Y por qué no escribir simplemente una carta de amor a mi amante, con una bonita declaración de cariño? No, era absurdo. Se había quedado esa tarde esperando por mí para esa ración de sexo semanal y no creo que creyera nada de lo que mi estúpida carta le contara.
Así que yo seguía tecleando y tecleando con fuerza, sin nada que contar y con mi cabeza en un mundo que ni era mío, pues no me pertenecía. En ese orbe, iban apareciendo sin querer personas conocidas, seres queridos, gente que me habían mencionado en alguna ocasión pero yo no conocía. En ese mundo aparecían cosas o hechos relacionados con esas personas: aparecían obras de teatro, caras de fotos, risas, abrazos e incluso noches desenfrenadas de pasión. Todo era descriptible. Podría atreverme a escribir por fin una obra de teatro, recordando a mi amigo escritor. Quizás describiría el mentón del rostro que aparece en esa otra fotografía. Narraría la escena última que me provocó esas risotadas, o por que no, ese relato erótico y autobiográfico de la noche más atrevida con mi amante. Todo era posible escribir. ¿Por qué entonces esas lagunas?
Creo que sufría agotamiento de letras. Demasiadas letras en mi vida. El exceso nunca fue bueno. Y yo, en los últimos años sólo me alimentaba de letras. Seguramente me faltaba alguna vitamina más en mi vida que las que me proporcionaran las letras.
Además, notaba que cada vez que mi conocimiento aumentaba por el volumen de palabras aprendidas, más olvidaba y me costaba escribir.
Me estaba sintiendo enfermo.
13 comentarios amigos:
A muchos nos pasan algunas de las cosa que narras y hemos dejado salidas pendientes, sufrido insomnio, pero no he llegado por ahora a postergar el sexo y si cuando llega ese punto me voy a preocupar!!!! besos
No te dije pero te he enlazado a mi blog desde el 9 de marzo, que entre por el blog de germánico. besos
Nuestra papelera está llena de textos enfermos que no queremos borrar :)
Escribir es la forma de hablar que tiene nuestro subsconsciente. Se suele escribir pensando en algo, en alguien, en quien lo va a leer y en quien lo deberia leer. Pero a veces pasa que se nos agolpan las palabras en es canal que comunica nuestro interior con los dedos que pulsan las teclas que plasman nuestro interior. Ese cuello de botella "estrangula" ese flujo que nos reconcilia con nuestro subsconciente; anula la via de escape de esas palabras que representan lo que queremos dejar salir para que nuestro interior respire. Ante esto, serenidad, relajación y quizas..... un poquito mas de sexo.
Mis mejores deseo para vos, caballero de las palabras
Cada quien se busca sus propios vicios para poder sobrellevar la vida que tiene. Son ellos sólo la huida fácil, los que deforman nuestra realidad, los que nos enferman.
Abrazo.
José Roberto Coppola
Creo, querido Mario, que hasta cuando pienso estoy escribiendo.
Un abrazo
Yo tengo el complejo de que cuando escribo lo que pienso, no me gusta como se ve escrito y termino borrando o escondiendo lo escrito
El deporte, el sexo y la risa son buenos elementos para soltar emociones escritas y, no precisamente por este orden. Siento empatía con lo que dices.
Abrazos Mario
Franc
Mi querido MARIO:
PArece que poco a poco te vas pasando a la prosa.
No sé hasta que punto lo que escribes es autobiográfico, me refiero a literalmente autobiográfico. En cualquier caso, me gusta, y algunas cosas las comparto plenamente.
Como siempre te quiero mucho. Muchos besos.
DIOS te bendiga.
ANTONIO
La pluma no descanza,
hasta que mi mano dice basta,
acaricia la punta de metal
que de tus pensamientos
arranca lo mas sentimental.
Saludos...
Como bien dices, escribir permite que no te ahogues. Al escribir no necesitamos un receptor instantáneo. Podemos escribir para alguien o simplemente para nosotros mismos y nadie nos tildará de locos. Escribe. Las letras jamás enfermarán, siempre curan.
Un beso
Este es el ejercicio que cuando uno, además del obvio del cerebro parlanchín y sabio, necesita retroalimentarse, se expresa en prosa verso a verso en el pensamiento es maná y hasta que uno no está lleno no para. después uno tiene la sensación del enfermo….
Despeino tus palabras y las salpico con abrazos desde el alma farolera.
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