No sólo cuestión de cuernos

>> sábado, 19 de septiembre de 2009

Tampoco esperaba nada del tiempo que me pasé mirando hacia el infinito incierto por la ventana abierta de este cuarto recién alquilado. Sólo quería respirar para seguir viviendo después de la locura transitoria que me provocó vivir contigo tres años y pasarme cinco más en un lugar demasiado oscuro. Fue durante todo el tiempo que convivimos, cuando muté en ese ser horrible que –según tú- aparecía cada noche en nuestra cama. Pero no fui yo quien se convirtió en la vergüenza de una vida, a pesar de terminar saliendo de mi casa con los brazos por detrás y unas esposas haciéndome sangrar las muñecas.

Veo, a través de los cristales del coche salpicado de gotas de lluvia, como los dientes se dejan ver en tu boca al sonreír y creer que así consigues la victoria. Bendita ingenuidad.

Recuerda, que dos no pelean si uno no quiere. Al menos, espero que ese otro hombre que encontré junto a ti, ocupando mi parte del lecho, ocupe también tu mente el resto de tu vida.



No recordaba un día tan lluvioso. Caminaba sin rumbo por las calles de la ciudad, sin parar a refugiarme en ninguna de las tiendas abiertas todavía a esa hora. Los pocos transeúntes que por allí andaban, miraban y se apartaban de mi lado. Creo que tenía cara de loco. Creo que sufría. Sí, definitivamente, sufría.

Quizás nunca debí meterle el mango de un martillo por el culo al fulano aquel, después de golpearle repetidamente la cabeza.





12 comentarios amigos:

Alfonso Saborido 20 de septiembre de 2009, 12:53  

La última frase, total jj

capitancaldera 20 de septiembre de 2009, 21:22  

precioso. Y tb deacuerdo con Alfonso.

Aiara a secas 20 de septiembre de 2009, 22:01  

Qué güeno eres! Sobre todo la frase final, brutal.
Besicos mofletes mío desde el viejo reyno.

TORO SALVAJE 21 de septiembre de 2009, 6:41  

No parece lo más apropiado...
En fin.

Saludos.

© José A. Socorro-Noray 21 de septiembre de 2009, 10:17  

A veces, las tardes de lluvia nos deparan situaciones inexplicables.
La última frase me duele sólo de pensarla.

Un abrazo... ¡ Sin martillo! :)

belijerez 21 de septiembre de 2009, 14:51  

Engancha tu relato.

Moraleja; compartir cama mejor que compartir pena, o quizás cambiar de cama.

Markesa Merteuil 21 de septiembre de 2009, 18:04  

Quizá no deberías, no... :D

Con respecto a lo de dos no discuten si uno no quiere... disiento. :-) Dos pueden discutir aunque ninguno de los dos quiera...

Karla 21 de septiembre de 2009, 19:15  

Qué gusto encontrarse con un blog tan bello y amable tanto a la mente como a la vista.

Saludos.

David Samayoa 22 de septiembre de 2009, 23:44  

Que buenisimo... sigue asi amigo mio...

Condevolney 23 de septiembre de 2009, 11:47  

Por la manera con la que le clavaba el mango, noté que eran pareja......
Buen relato querido Mario, eso de lo que no queremos hablar a flor de piel y actuando, los monstruos los creamos y ellos solitos adquieren vida.
BRAZOS VERSADOS EN ABRAZOS

Omar Magrini 23 de septiembre de 2009, 17:55  

Estimado Mario, siento como una transformación en tus letras, como algo contenido que esta buscando una valvula de escape para salir. El mejor ej. sería una olla a presión. Son los monstruos como dice el lector de arriba.
El texto como siempre buenísimo.
Un afectuoso saludo.
Omar

Anónimo 28 de septiembre de 2009, 17:10  

Empiezas por pelearte con las mentiras, para dar un paseo por las desilusiones, y te sigues peleando para desfogar la adrenalina que a veces se nos queda retenida.

Afortunadamente no sólo tú tienes a las letras, ellas también te tienen a ti.

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