Tardes de invierno de cielos blancos
>> domingo, 21 de febrero de 2010
Un nido de cigüeña vacío, me recuerda inviernos de cielos blancos.
Nadie aún los había inventado rotos.
El humo de la vieja chimenea se abraza a la neblina que se deslizaba silenciosa por la gran montaña.
Quiero pensar que más de un amor aún perdura en alguna de las casas que me rodea.
Imagino al menos dos cuerpos desnudos
en esta tarde que calla silenciosa
mientras espera morir.
El resto son vidas ya desgastadas
cuyo único anhelo sea el que mañana vuelva de nuevo a amanecer,
sin darse cuenta,
que ninguno de ellos rozará siquiera
el cuerpo desnudo de su vieja esposa, él,
ni ella, el del anciano que tiene como esposo.
¿Cuánto hace que ambos no permanecen desnudos,
uno frente al otro?
Es lo más triste de este invierno de humo de chimeneas:
dos amores agarrados ahora con cemento
que ni se tocan ni se miran.
Tan sólo se limitan a contar las vivencias de antaño
en tarde de toros,
o meriendas del 18 de julio.
He de cerrar ya las cortinas
porque quiere morir el silencio junto a la tarde.
Incluso ahora caen menos gotas de lluvia
de las canales.
Hasta la lluvia muere en esta tarde de cielos blancos
y nidos vacíos de cigüeñas.
4 comentarios amigos:
Es una bonita pieza, muy representativa de ese paisaje de invierno. Invita a imaginar.
Hasta la lluvia muere en esta tarde de cielos blancos
y nidos vacíos de cigüeñas.
Entonces, cierra los ojos,
escucha el viento... y sueña.
Un abrazo
Cómo has ido creciendo, Mario.
Estas palabras fluyen como las gotas de lluvia, se enredan en las entrañas como el humo de las chimeneas y se agarran al corazón como los cuerpos desnudos de los amantes.
Me invitan a soñar.
Un abrazo.
Keli
Tu poema huele a muerte, a cansancio y a derrota
Si has conseguido transmitirme todo eso es que el escrito es cojonudamente bueno.
Estabas inspirado, ¿eh? :-)
enhorabuena!
Publicar un comentario