Foto: Nigel Roddis
No me canso de escuchar,
de observar,
de intentar comprender todas aquellas cosas que me son
ajenas,
con la importancia que ello tiene para mi propio
enriquecimiento.
Un enriquecimiento jamás tardío y que a veces sobrepasa la
capacidad que cada humano puede soportar.
Pero los individuos somos más inteligentes que todo eso y
nos estiramos,
nos ensanchamos,
nos dilatamos
para seguir absorbiendo lo que de alguna manera nunca nos
vino dado en el paquete y ahora nos llega con retraso.
Esta demora aparece siempre a tiempo;
llama a la puerta
y automáticamente se abre, aunque fuera sople un
vendaval.
Y por la noche consigues conciliar mejor el sueño, dando
por bien aprovechado el día. Seguramente esos sueños sean incluso más
placenteros que los soñados después de un día de desgana.
Muero, pues, porque llegue mañana con el nuevo color de día
y el mundo me descubra tanto como me alcancen los
últimos minutos antes de que mis pestañas se nieguen a permanecer por más
tiempo abiertas.
Y mi boca sonreirá feliz
y me seguiré preguntando por qué la vida no consta de más
años para vivir
o por qué me niegan aprender después de muerto.
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1 comentarios amigos:
Más años de vida en condiciones dignas.
Viendo lo que veo a veces creo que la muerte es una bendición.
Saludos.
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