La sentencia se produjo aquella misma tarde
cuando llamó a mi vieja puerta desconchada
y de sus palabras nació el desahucio.
Salí sin reconocer su cara,
desafiando a su sombra
que en ese instante manchaba el suelo,
para exiliarme.
No me rozó -no se
lo hubiera permitido,
no me despedí -no
hacía falta,
salí sin recoger mis recuerdos
y sin fuerzas para mirar atrás.
No hubo lágrimas que rellenaran los charcos vacíos tras
un seco verano.
Las miradas indiscretas que atisbaban
a través de las ventanas
tapando las vergüenzas tras los visillos,
se retiraban a mi paso.
¡Carne de cañón
para unos vecinos demasiado aburridos!
La calle se me antojó larga,
la acera estrecha,
la vida demasiado corta.
Un gato maulló a lo lejos
mientras el sol seguía entretenido en el cielo
jugando quizás con sus rayos.
Nada hacía presagiar mi deshonra
cuando amaneció aquella mañana,
y ahora marchaba yo, a paso lento,
con el olvido ya casi olvidado
y el futuro aún por escribir.
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2 comentarios amigos:
Muy bueno, muy buena forma de tratar el tema, y gran uso de las palabras. Me gusta.
"Salí sin recoger mis recuerdos"... Me ha gustado
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