Caballero de La Mancha
>> martes, 7 de septiembre de 2010
Soñé con todo un caballero andante de La Mancha, luchador infatigable, de noble cuna, embarcado siempre en singulares batallas y algo aturdido su entendimiento por la extensa llanura.
Veía en éstas mis fantasías a todo un soñador aventurero, personaje virtuoso soportando sacrificios personales para conseguir sus ideales, cabalgando y blandiendo su espada en lo más alto. Siguiendo el sendero de color incierto, esperaba que no tardase algún día en rescatarme de mi tenue y fría celda.
Tanto mis sueños, como en cada una de las aventuras donde se luce en armas para ganar el amor de su dama, con él resultaban satisfactorias.
Siempre supe que era héroe, héroe de mis fantasías. Así lo supe desde la primera vez que aquellas gentes de La Mancha me hablaron de él. Me enamoré de cada una de las prendas que iba dejando olvidadas en aquel camino pedregoso, imaginando que sólo las perdía para mí.
Supo que yo entendí aquellos mensajes. Él no dudaba en que el destino encontraría la manera de que nuestros caminos confluyesen, a pesar que éste camino se componga de cientos de senderos. Pero él entendió como dejar un rastro para que yo le siguiera.
Y supe apreciar los sutiles mensajes que para casi todo el resto de andantes pasaban desapercibidos por la belleza del paisaje.
Fue en mis sueños cuando apareció por primera vez, cabalgando a lomos de un corcel blanco, ceñido en majestuosa armadura y susurrándome bellas palabras y versos al oído. Era al despertar y acercándome a mi ventana, cuando ya comenzaba a percibir el rastro de su aroma. Supe que de alguna forma, él sería mío.
Era en noches de luna, cuando mi caballero recitaba su poesía épica medieval, que no eran en realidad más que mis propios pensamientos. Se quitaba la armadura que le tiraba mucho en la sisa y oprimía su barriga, y bajo un cielo estrellado, cantaba todos sus lamentos, siendo éste cielo testigo de sus penosas aventuras en la continua búsqueda de nuestro amor.
Pero él desconocía que, en mis noches solitarias, en esos sueños míos, yo estaba a su lado escuchando esos lamentos perdidos y recogiendo cada una de las lágrimas derramadas. Así mismo ignoraba que, desde el primer sueño, mi ventana permaneció abierta en la noche para que fuese él, y sólo él, el que me rescatase de esa soledad que me embriagaba, mientras yo guardaba cada uno de esos lamentos convertidos en versos.
¡Cuanta ceguera encierra a veces la obsesión por la conquista! Incapaz de descubrir que, el aliento que de la noche obtenía no procedía de otro lugar sino de mí. Ciego ante el candil que permanecía en la ventana donde yo esperaba, donde el tiempo pasado no había anulado la esperanza, sabiendo que sus ánimos y el convencimiento de éxito en su conquista permanecían intactos.
Y yo prometí, que a pesar de la cercanía del invierno, mi ventana permanecería abierta cada noche en su espera. Y si algún día el candil se apagaba por el movimiento de la cortina mecida por el viento, a pesar de la oscuridad reinante, sabría reconocerlo.
Pido a los dioses que le guarden y le pongan a salvo de hechizos y encantamientos que le desvíen de su objetivo. Confío en su lucha para vencer al tiempo y evitar que el invierno extienda su frío manto blanco y le impida conseguir el abrazo por mí tantas veces soñado.
Permaneceré yo al final del camino esperándole. Tendrá en mí el refugio y descanso después de tan arduo camino. Y estará en sus manos el quedarse para siempre o simplemente ser yo posada temporal.
Pero si alguna vez decide marcharse mi amado caballero, no quiero despedidas. ¡Tan larga espera no soportaría un adiós!
Confío que el final del camino sea en realidad el principio de nuestro recorrido juntos, que arda en deseos de acariciar el calor del cobijo que yo le ofrezco. Que el cielo le guíe hasta mí y le de fuerza y fe para que nunca abandone su empeño.
Quiero creer que, aunque sólo sabe de mí por sus sueños, vea que soy real y que siento un inmenso orgullo por mi andante caballero. No fingiré desdén para probar la fidelidad de mi galán.
Soy consciente de que mis palabras le dan fuerza cuando le hablo cada noche, aliento para su espíritu. Aun así, temo esos malditos cantos de sirena, a pesar de que en nuestro último sueño, él me manifestó que los huecos del corazón no se valoran por su tamaño, sino por la importancia del sentimiento.
“No has de dudar que ocupas un hueco privilegiado en mi corazón” -dijo.
Quizá yo sólo sea un personaje surgido de la nada que salgo al encuentro de mi héroe. Quizá sea un enemigo tan monstruoso como gigantes o dragones. Mi caballero de La Mancha, tan sólo necesitará tomarme de la mano para que deje de sufrir el hechizo del que he sido víctima.
Con la colaboración de Iñaki Romero
4 comentarios amigos:
Cuanta razón tienes al hablar de la ceguera ante la conquista, excelente relato.
SALUDOS!
A veces la realidad es tan intangible que termina por parecer un sueño.
Un fuerte abrazo.
PS: Un adiós sólo es el preludio de un regreso.
Hay veces que hay que salir con ese candil a buscar al caballero, que puede haberse perdido entre las infinitas nieblas de la noche y el día.
Un beso cielo
Guau Marito, muy buen relato!! probando nuevas formas de escritura?? Me encantó, deberías escribir un poco mas de este tipo de relatos, se te dan muy bien.
¡Tan larga espera no soportaría un adiós! (Que frase!!!)
Un afectuoso saludo
Omar
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