Foto: Liz Taylor en "De repente, el último verano"
© Hisae 2012
El último verano que recuerda
no era precisamente por el sol que pudo o no calentar,
ni por el mar
ni siquiera por la algarabía de las calles.
Por el contrario,
la promesa de un ángel venido de un juramento
le hacía recordar el cuerpo de Jonah.
Jonah era pura vida,
el perfume de sus tardes ociosas,
el secreto de las cajas del miedo.
Guarda tus labios
-le dijo entonces,
por si decido
volver y no gastaste tus besos.
La mirada del otro, atónita,
su amistad profana,
indicaban un adiós perpetuo.
Las lágrimas quedarían condensadas en sus ojos
mientras se marchaba,
mientras sus palabras huían tras él.
Un árbol crecía en ese instante
sin percatarse que,
en el próximo verano no estaría Jonah
pero sí la sombra de sus recuerdos.
Supo que se había enamorado sólo cuando ya no estaba
y era demasiado tarde.
Desde entonces
sueña con su cuerpo
y con el último verano.
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3 comentarios amigos:
El último verano sabe a pubertad, a la primera noche en la playa besando. Siempre volviendo a la playa para sentir las mismas emociones. Recuerdos, sabores, olores, aquél deseo hecho pasión. A veces el presente no llega a ser tan perfecto. Yo también prefiero el recuerdo del último verano.
Un abrazo
Franc
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