Tumbado,
contemplo la lámpara que pende del techo
mientras digiero tu partida.
Al marchaste, mis inviernos son aún más fríos,
mis primaveras feas,
sin apenas color.
Llenaste la habitación de sombras,
y olvido el hombre que soy
para volverme niño,
y asomado a una ventana de marco azul
llamarte en silencio para no olvidar tu nombre.
Y es la lámpara más grande
o el techo más extenso
o mis ojos más pequeños
o acaso inmenso tu recuerdo.
Temo cerrar los ojos
y perder el sabor del último beso.
Mis brazos,
huecos por tu ausencia
ya no abrazan,
y regresa el aire a tu lado,
quedándome aún más solo.
No quiero dormir infinito
y continuar el camino de la vida inhóspita.
Te grito de mil maneras,
llamándote.
No quiero soñar que te sueño
y jugar a que fuimos,
sin ser.
No quiero pasar las páginas en blanco
sin firmar siquiera una nota de cumpleaños.
Temo cerrar los ojos
y haberte escrito un poema.
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