Noche clara en Noruega
>> lunes, 7 de enero de 2008
Mirando a través de los cristales empañados de mi pequeña cabaña de madera, las auroras boreales iluminaban el cielo de la noche escandinava.
La luz resultaba tan intensa, colorida y variada que era imposible permanecer dentro de aquel enorme edredón que forraba la cama. Por ese motivo, por esa nueva sensación para mí, permanecía levantado esa noche intentando absorber todo lo que mis ojos podían.
Calzándome las gruesas botas, cubriendo mi cabeza con aquel gorro de lana y mi cuerpo con ese enorme abrigo que impedía moverme con soltura, salí al exterior para no perderme el espectáculo.
La nieve tapizaba todo como las últimas dos semanas y los copos no querían parar de caer. El cielo me llamaba con sus colores y yo absorto, deseé volar. Quise ver allí tu rostro, entendí que tu brazo se extendía para alcanzarme mientras la luz de las auroras boreales me llevaba a ti. No sentí frío a pesar de ser noche clara e invernal en Noruega.
Cuando desperté, nuestros cuerpos estaban juntos. El tuyo desnudo y frío. Habías muerto a mi lado, en una noche cálida de verano en nuestra casita junto al mar.
Salí y lloré en la orilla con el deseo de que las olas se llevaran las lágrimas y así no dejar mi rastro.
6 comentarios amigos:
Tremendo.
Tan sencillo, y tan terrible.
La muerte puede llegar a ser una desesperación o un consuelo... Aunque creo que siempre hace el mismo daño.
Por lo menos, el último recuerdo de dicha persona fué bonito... Mejor que ser una persona abandonada y morir por la inexistencia de recursos, ¿no?
Precioso.
[Muerte por vida]
Joder, del paraiso frio al infierno cálido en un abrir y cerrar de ojos.
Buen contraste entre un paisaje de ensueño, y una realidad de pesadilla.
El libro que me comentas del angoleño lo escuché reseñado en la radio, pero no he leido nada de el. Al parecer tiene unos microrelatos cojonudos.
http://losamigosdepeterpan.blogia.com
Un saludo
Una de mis películas preferidas es Los amantes del círculo polar. ¡Qué fotografía! Y qué sensación la de su imagen en las pupilas ya frías...
A la primera frase yo le daría un par de vueltas más. Demasiado "DE LOS cristales empañados DE LA ventana DE LA pequeña cabaña de madera". Ah, y cuidado con los cazadores de gerundios, que andan por ahí sueltos y los cazan porque no les gustan.
Pero tal vez me equivoque, a veces es mejor conservar la frescura.
Un saludo sincero. Siga, poeta, le sigo de cerca.
Un bonito recuerdo, con el frío de la belleza de un paisaje, un final con la calidez del mar.
Y el agua salada se llevó las lágrimas, pero el frío nunca se llevó un recuerdo.
Un beso Mario, o Dos.
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